El estudio revela cómo diferentes tipos de amor activan diversas áreas del cerebro, proporcionando una nueva perspectiva sobre la biología de las emociones.
El amor se presenta como uno de los sentimientos más complejos y poderosos que experimenta la humanidad. La palabra “amor” es utilizada en una variedad de contextos, que van desde el afecto hacia una pareja hasta el aprecio por la naturaleza. Un estudio reciente, publicado en la revista Cerebral Cortex, ha investigado cómo el cerebro reacciona ante diferentes tipos de amor, identificando seis formas que activan diversas regiones cerebrales. Este hallazgo proporciona una nueva perspectiva sobre la biología de las emociones y su conexión con el amor.
El equipo de investigación, liderado por Pärttyli Rinne, se centró en seis tipos de amor: el amor romántico, el amor parental, el amor hacia amigos, el amor hacia desconocidos, el amor hacia mascotas y el amor por la naturaleza. Para llevar a cabo esta investigación, se realizaron pruebas a 55 participantes, todos ellos padres que se describieron a sí mismos como involucrados en una relación amorosa. Durante el estudio, se les pidió que reflexionaran sobre cada tipo de amor mientras su actividad cerebral era monitoreada mediante imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI). Además, se incluyeron historias neutrales para establecer una línea base que permitiera observar las áreas del cerebro en tiempo real en respuesta a las experiencias emocionales.
El estudio también incluyó la recolección de muestras de saliva antes y después de las pruebas para medir los niveles de oxitocina, conocida como la “hormona del amor”. Sin embargo, los datos preliminares sobre la oxitocina no fueron concluyentes debido a problemas en la recolección de muestras.
Los resultados del estudio revelaron que, aunque existen cerebros comunes involucrados en el amor, el sistema de recompensa asociado con la cognición social muestra una variación en la intensidad de activación dependiendo del tipo de amor experimentado. En particular, el amor hacia los hijos generó una activación cerebral fuerte, seguida por el amor romántico. La región del cerebro que se activó de manera significativa está relacionada con el placer y la motivación. Según Rinne, este nivel de intensidad en la activación cerebral “no se observó en ningún otro tipo de amor”.
Es importante destacar que, aunque todos los tipos de amor activan áreas similares del cerebro, la intensidad de la recompensa depende de la cercanía de la relación. Por ejemplo, el amor hacia los hijos genera una mayor recompensa en comparación con el amor hacia amigos o desconocidos. Esto sugiere que el cerebro procesa de manera diferente los lazos afectivos cercanos, lo que podría tener importantes implicaciones para entender las conexiones humanas y la forma en que construimos nuestras relaciones.
El estudio también encontró diferencias claras en la activación cerebral entre los tipos de amor. Mientras que el amor interpersonal activa principalmente áreas relacionadas con la cognición social, el amor hacia los animales, como el de un dueño hacia su mascota, se procesa de manera distinta. Los dueños de mascotas mostraron una mayor vinculación emocional, lo que se traduce en una conexión más profunda representada en el cerebro.
Estos hallazgos tienen una relevancia significativa en el ámbito humano, ya que ofrecen un nuevo entendimiento sobre las relaciones y ayudan a explicar por qué nos sentimos vinculados a ciertos seres vivos. Comprender estas dinámicas es relevante en el ámbito clínico, especialmente para abordar trastornos de apego y depresión. Este conocimiento permite ver de manera más clara cómo se manifiesta la intensidad del amor.
Además, es interesante contrastar estos hallazgos con los cinco lenguajes del amor popularizados por Gary Chapman, que incluyen actos de servicio, recibir regalos, tiempo de calidad, palabras de afirmación y contacto físico. Mientras que la teoría de Chapman se enfoca en cómo las personas dan y reciben amor en sus relaciones, el estudio de Rinne ofrece una mirada biológica sobre cómo se procesan y experimentan estos sentimientos a nivel cerebral. Ambos enfoques, aunque diferentes, aportan una comprensión complementaria sobre el amor y las relaciones humanas.