Explorando la compleja relación entre David Bowie y Michael Jackson: ¿rivalidad o admiración mutua?

David Bowie y Michael Jackson: una rivalidad que transformó la música para siempre.
David Bowie y Michael Jackson: una rivalidad que transformó la música para siempre.

David Bowie y Michael Jackson son dos figuras que dejaron una huella indeleble en la cultura popular. Aunque no fueron contemporáneos en su totalidad, ambos dominaron las listas de éxitos durante una década. Este éxito mutuo pudo haber creado una percepción de rivalidad, aunque nunca consideraron la idea de colaborar. Sin embargo, a pesar de la distancia, la influencia que ejercieron uno sobre el otro fue notable. Este 10 de enero se conmemoran 9 años desde la muerte de Bowie, lo que presenta una oportunidad para repasar la curiosa relación entre Jackson y Bowie, que estuvo marcada por momentos que definieron sus carreras y dejaron una marca en la industria musical.

Un incómodo primer encuentro

En 1971, la familia Jackson se mudó a una pequeña casa de tres habitaciones en Gary, Indiana, y posteriormente se trasladó a una propiedad de tres acres en Encino, Los Ángeles. Durante este tiempo, comenzaron a recibir frecuentemente a personalidades del mundo del espectáculo, como Diana Ross, Bing Crosby, Marvin Gaye y Sammy Davis Jr.. Entre estas visitas, destaca particularmente la de Bowie.

La hermana de Michael, Janet Jackson, recordó en un documental que “recuerdo las fiestas que organizamos; vino”. Según su relato, Bowie, quien en ese momento encarnaba al icónico personaje Ziggy Stardust, buscaba un lugar privado para alejarse del bullicio de la fiesta. Durante su búsqueda, se encontró con Randy Jackson, quien estaba sentado en otra habitación.

“Él entra y nos ofrece algo que estaba usando para drogarse”, recordó Michael. “Nos miramos y simplemente dijimos: ‘No’. No sabíamos qué era, ‘No, gracias’”. Este encuentro, aunque incómodo, fue el primero de muchos momentos que definirían la relación entre ambos artistas.

Un año decisivo: 1983

El año 1983 fue un parteaguas en las trayectorias de Bowie y Jackson, aunque de maneras distintas. En abril de ese año, Bowie lanzó su álbum Let’s Dance, el primero bajo un millonario contrato con EMI, lo que catapultó su éxito comercial, aunque a costa de su credibilidad artística. Por otro lado, Thriller, el álbum de Jackson, fue publicado discretamente en noviembre de 1982, pero explotó en popularidad gracias a éxitos como “Billie Jean” y su icónica actuación en Motown 25, consolidándose como el álbum más vendido de la historia.

Ambos álbumes no solo representaron un éxito comercial, sino que también fueron puntos de inflexión culturales. En el caso de Let’s Dance, impulsado por los sencillos “China Girl” y “Modern Love”, logró posicionarse en las listas del Reino Unido durante semanas consecutivas, desplazando temporalmente a otros artistas. Sin embargo, este cambio de rumbo hacia un sonido más comercial fue visto por muchos como una lucha de Bowie por recuperar la relevancia artística que había caracterizado su carrera en la década de 1970.

El álbum de Bowie, que fue producido con un presupuesto de 500,000 dólares y diseñado cuidadosamente para atraer a diversos públicos, rompió todas las expectativas. Por su parte, el álbum Thriller, con canciones como “Beat It”, que contó con la participación del guitarrista Eddie Van Halen, y el famoso videoclip de “Billie Jean”, consolidó a Jackson como un fenómeno global.

Impacto cultural y la revolución de los videoclips

El impacto cultural de ambos artistas no se limitó a la música; también desató una revolución en el entretenimiento. En 1983, MTV enfrentaba crecientes críticas por la falta de representación de artistas negros en su programación. Bowie se convirtió en un defensor de la inclusión y confrontó públicamente a un presentador en una entrevista ese año, cuestionando la ausencia de videos de músicos negros en el canal.

Bowie subrayó la evidente exclusión de artistas como Prince y planteó la pregunta: “¿No es posible que los medios hagan un esfuerzo por integrarlos?” Esta presión pública, junto con los esfuerzos de la discográfica CBS para asegurar la transmisión de los videos, resultó en un punto de inflexión. Finalmente, Thriller encontró rotación en MTV, abriendo puertas para otros artistas de color en la cadena.

Ambos artistas entendieron el poder emergente de los videoclips como herramientas de narrativa visual. Bowie describió el videoclip como “la nueva escuela del cine” y anticipó proyectos de mayor duración para promocionar sus canciones. La revolución en el medio fue ejemplificada por el cortometraje de 14 minutos de “Thriller”, lanzado y dirigido por John Landis, que estableció un nuevo estándar para las obras musicales cinematográficas.

Bowie intentó responder a esta innovación con “Jazzin’ For Blue” en 1984, que ganó un Grammy al mejor video musical, consolidando su estatus como líder en el nuevo formato. Sin embargo, esta oportunidad de liderar la revolución visual fue una pérdida para Bowie, quien había sido originalmente considerado un pionero artístico.