La cultura japonesa es rica en tradiciones y festivales, algunos de los cuales pueden parecer inusuales para quienes no están familiarizados con ellos. Uno de estos festivales es el Nakizumo, que se centra en hacer llorar a los bebés. Esta costumbre, que tiene más de 400 años de historia, se celebra en diversas ciudades de Japón y tiene como objetivo desear prosperidad a los recién nacidos, así como una vida larga y buena salud.
Descripción del festival Nakizumo
De acuerdo con el portal Japan Up Close, los padres de niños que tienen entre seis meses y dos años pueden participar llevando a sus bebés al evento. En el festival, los bebés compiten de a dos, y el que llora primero es declarado el ganador. Durante la competencia, los bebés son sostenidos por dos luchadores de sumo que se colocan en un dohyo (ring) uno frente al otro. En este espacio, los luchadores intentan provocar el llanto de los bebés.
Las técnicas para provocar el llanto
Si las provocaciones iniciales no logran hacer llorar a los bebés, se utilizan máscaras de ‘tengu’, que son demonios pájaros del folclore japonés, para asustarlos hasta que finalmente lloran. Este acto de hacer llorar a los bebés está profundamente arraigado en creencias culturales.
Creencias detrás del Nakizumo
La tradición del Nakizumo se basa en una antigua creencia japonesa que sostiene que los bebés que lloran crecerán fuertes y saludables. Por lo tanto, el resultado de la competencia en el ring se considera un presagio positivo para el futuro del niño. Además, se cree que el llanto de los bebés durante este tipo de festivales, que generalmente se llevan a cabo en santuarios, tiene la capacidad de ahuyentar a los espíritus malignos.
El festival más grande
El festival más grande de Nakizumo se celebra en el templo Sensoji, ubicado en Asakusa, Tokio. Este evento atrae a numerosos participantes y espectadores cada año. En 2024, el festival se llevará a cabo a finales de abril, continuando con la tradición que ha perdurado a lo largo de los siglos.
El Nakizumo es un festival que destaca la singularidad de las costumbres japonesas y su conexión con las creencias sobre la salud y la protección de los más pequeños.
