Las plataformas de streaming ofrecen títulos de ficción que combinan color y narrativa, creando experiencias inmersivas que atrapan a la audiencia.
Las plataformas de video en streaming actualizan su catálogo semanalmente con nuevos títulos de ficción, con el objetivo de mantener el interés de sus suscriptores, atraer a nuevos usuarios y diferenciarse en un mercado altamente competitivo. Estas producciones, que pueden ser tanto originales de la plataforma como adquiridas, suelen tener un enfoque comercial predominante. Generalmente, cuentan con presupuestos elevados, incluyen la participación de actores y actrices reconocidos, y presentan recursos visuales atractivos que narran historias complejas y cautivadoras.
En un contexto donde las nuevas tecnologías dominan, resulta interesante observar cómo algunas plataformas optan por la producción de obras originales en blanco y negro, evocando las primeras producciones del cine en celuloide. Sin embargo, estas producciones de estilo neo-noir son relativamente escasas, representando una pequeña parte de los catálogos disponibles. La fuerza del color, así como la selección y combinación de colores, no se limita únicamente al ámbito de la pintura, la moda o el diseño gráfico, sino que también juega un papel fundamental en el cine. En esta disciplina, el uso del color va más allá de la búsqueda del realismo; su aplicación estratégica en las producciones cinematográficas, a menudo fundamentada en los principios de la psicología del color, permite construir una atmósfera única que ayuda a contar historias y transmitir emociones y conceptos simbólicos a partir de una estética cromática. Este efecto contribuye a que ciertas escenas perduren en la memoria de los espectadores. Por ejemplo, el abrigo rojo de la niña que corre por las calles del gueto en “La lista de Schindler” (1993) se convierte en un símbolo del horror del Holocausto, mientras que el color verde en “Amélie” (2001) enfatiza los estados de ánimo de los personajes.
Además de contribuir a la profundidad y el impacto en la audiencia, el uso del color se configura como una seña de identidad para algunos cineastas, permitiendo que su estilo visual sea reconocible en cada fotograma. Ejemplos de esto se pueden encontrar en la filmografía de directores como Pedro Almodóvar, Wes Anderson, Quentin Tarantino y Stanley Kubrick, entre otros. La pregunta sobre si el uso del blanco y negro está justificado en pleno siglo XXI ha sido abordada por directores que han reconocido las posibilidades que ofrece la era actual. Esta elección permite centrarse en otros aspectos, como la textura y el contraste de luces en las escenas, impregnando un halo que transita desde lo misterioso y lúgubre hasta lo sofisticado y elegante. De igual manera, los colores vivos contribuyen a la creación de una narrativa que resalta la experiencia inmersiva del espectador.
El director soviético Andrei Tarkovski, conocido por su destacada contribución a la disciplina cinematográfica durante la etapa del Technicolor, defendió firmemente el uso del color en sus películas, como “La infancia de Iván” (1962) y “Andrei Rublev” (1966). Tarkovski consideraba que toda la paleta cromática podía desviar la atención del espectador del mensaje central de la película. Para él, el uso del color en las filmaciones le permitía captar mejor la auténtica esencia psicológica y acercarse al público. La elección de producir una serie o película no suele ser un simple recurso estético; en ocasiones, apoya motivaciones conceptuales que requiere la obra. Un ejemplo de esto es “Mank”, producida por Netflix, que se desarrolla en los años 30 y 40 y utiliza un estilo visual monocromático para evocar el Hollywood clásico, añadiendo arañazos y crujidos propios del celuloide de la época. Por otro lado, “Roma”, dirigida por Alfonso Cuarón, opta por una suave iluminación que evoca el pasado.
En el ámbito del thriller psicológico, “Ripley”, que se basa en la obra de Patricia Highsmith, presenta un uso del color que sumerge a la audiencia en la narrativa. Steve Zaillian, creador y director, mencionó en una entrevista concedida a la revista IndieWire que, probablemente, la autora habría elegido el blanco y negro a pesar de la posibilidad de rodarla en color, y también destacó que se sintió influenciado por el hecho de que el ejemplar del libro que utilizó para prepararse tenía una portada negra. En contraste, “Arde Madrid”, dirigida por Paco León y Anna R. Costa para Movistar+, presenta una decisión de producción que se asemeja a la de otras obras, cosechando buenas críticas y reconocimiento en la industria, así como diversos galardones.
En términos de audiencias, el uso puntual del blanco y negro ha sido utilizado para contrastar secuencias con otras. Un ejemplo notable es “Kill Bill Vol. 1” (2003), donde la secuencia en la que Beatrix Kiddo (interpretada por Uma Thurman) asesina a los integrantes de la banda de los 88 maníacos se presenta en este estilo. Otro ejemplo reciente es “Oppenheimer” (2023), dirigida por Christopher Nolan, que implementó el blanco y negro para separar diferentes épocas en las que transcurre la película. Esta elección se utilizó para señalar la oscuridad del personaje antagonista, Lewis Strauss, interpretado por Robert Downey Jr., contrastándola con las partes de la visión subjetiva de la trama protagonizada por Cillian Murphy. Estos ejemplos demuestran que el blanco y negro puede ser utilizado como una herramienta artística, emocional y simbólica.
El mundo de las producciones cinematográficas íntegramente en blanco y negro genera audiencias diversas. La mente humana necesita tiempo para adaptarse a la percepción del noir, dado que nuestros ojos están acostumbrados a consumir audiovisuales que reflejan los matices cromáticos del entorno. Este ejercicio de abstracción, que implica deshacerse de prejuicios anacrónicos y aburridos, permite disfrutar de grandes historias, tanto clásicas como contemporáneas.