Hubo un momento en que ya no soporté más. Tuve que sacarme de la cabeza que no se puede viajar en pandemia.
Llevo más de seis años viajando por distintos continentes, de diversas formas. Desde el viaje súper hippie trabajando en las calles, hasta el clásico roadtrip en moto por Vietnam o en auto en Chipre.
Viajar en pre pandemia
Primero viajé un año por Sudamérica, armado solo con un ukelele, que en ese tiempo no sabía tocar ni un acorde, y un poco de dinero en el banco para emergencias.
Atravesando Argentina, Bolivia, Paraguay y Brasil aprendí a hacer dinero en la calle, en los restoranes, en las micros, en las luces rojas, o simplemente en las plazas, ya fuera tocando música, haciendo malabares, o vendiendo pulseritas de macramé. Un período sin casi preocupaciones, en que conocí amigos para toda la vida y me acerqué a la idiosincrasia de la gente de a pie de cada país y lugar.
Luego de aquello, y gracias a mi trabajo por internet, viajé por Asia, de una manera más tradicional y mochilera, quedándome en hostales y tomando buses y trenes. Además de Corea, donde atendí la boda de mi hermano, fui a China, al sudeste asiático, a la India, y luego hice una parada de cuatro meses en Palestina, donde trabajé de voluntario en una ONG para la defensa de los derechos humanos de los palestinos ante los horrores del Estado de Israel.
Después hice un viaje en calidad de expat, postulando a una de las visas Work and Holiday para Francia, pues quería parar un poco de tanto movimiento, y aprovechar de aprender francés. En nueve meses en Marsella viví en la zona de los árabes, trabajé de mesero y de guía turístico, y logré hablar decentemente el idioma. Acabada la temporada, volví a Corea, esta vez a conocer a mi recién nacido sobrino, y alcancé a ir de nuevo a la India y mirar un poco Egipto, antes de que el coronavirus covid-19 estallara y me hiciera regresar a Chile en el último avión que salió de El Cairo.
El confinamiento
Ya en Chile, me guardé en el sur, bien distanciado pero lejos de la locura pandémica citadina. Esto duró solo hasta antes del verano, pues en época estival la casa donde estaba debía arrendarse a precios que yo no podía pagar, así que volví a Santiago, mi ciudad natal, y donde están mis amigos de toda la vida.
Pero luego de un mes en un minúsculo monoambiente en Bellas Artes, ya no aguanté más. Tenía que empezar a viajar en pandemia. Mis ganas de moverme no habían hecho más que aumentar, así que abrí el mapa Covid del mundo, para ver qué fronteras estaban abiertas, y solo había un país en verde: México. Una sola opción es una fácil decisión, así que compré mi pasaje y en menos de una semana ya estaba a bordo del avión que me llevaría a Ciudad de México, y luego a Puerto Vallarta.
Mi primer destino sería San Francisco, más conocido como San Pancho, un pequeño pueblito gentrificado en la costa del pacífico, estado de Nayarit, donde las tortugas vienen cada año a desovar, y los gringos jubilados vienen a ayudarlas a llegar al mar. Vine por una conocida que tengo, y porque hay que empezar por alguna parte.
Así que efectivamente, se puede viajar en pandemia, no hay por qué detenerse, solo hay que elegir el lugar adecuado.
Pero claro, con mascarilla.
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