El legado de David Lynch y su fallida adaptación de Dune: un viaje entre la ambición y el desastre en Hollywood

Explorando el ambicioso pero fallido intento de Lynch en "Dune".
Explorando el ambicioso pero fallido intento de Lynch en "Dune".

La novela de ciencia ficción Dune, escrita por Frank Herbert, ha sido considerada durante décadas como el equivalente a El Señor de los Anillos dentro del género de las óperas espaciales. A pesar de su rica mitología, personajes memorables y una historia que parecía ideal para convertirse en una gran franquicia cinematográfica, la presión de trasladar este universo a la pantalla resultó ser una tarea monumental. Aunque la versión de Denis Villeneuve de 2021 recibió elogios tanto de la crítica como del público, consolidándose como un éxito con estrellas como Timothée Chalamet, Zendaya y Oscar Isaac, los intentos previos de llevar al cine esta epopeya fueron históricamente catastróficos.

El primer intento notable fue del director chileno Alejandro Jodorowsky, quien tenía en mente una obra sumamente ambiciosa que contemplaba la participación de nombres como H.R. Giger, Salvador Dalí, Mick Jagger y Orson Welles. Esta película nunca llegó a realizarse y se convirtió en una especie de mito en Hollywood, hasta el día de hoy sigue generando mucho de qué hablar. Años más tarde, en 1984, el joven David Lynch compartió su visión del mundo de Herbert. Sin embargo, a pesar de que la familia Atreides estaba garantizada, el resultado fue, por decir lo menos, desastroso. A continuación, se presenta un repaso de lo que fue el gran fracaso en la filmografía vanguardista de Lynch, quien falleció el 16 de enero a los 78 años de edad.

La elección de Lynch para un proyecto tan ambicioso no era la de un candidato convencional en el cine. En los inicios de su carrera, había destacado con proyectos como Eraserhead (1977), una obra surrealista que le otorgó reconocimiento entre los círculos independientes. Gracias a esta obra, se le pidió dirigir The Elephant Man (1980), lo que le valió una nominación al Oscar. Sin embargo, su inclinación por narrativas abstractas y excéntricas contrastaba con las expectativas de una épica de ciencia ficción. Antes de aceptar, había rechazado la oferta de George Lucas para Return of the Jedi. Sus dudas iniciales sobre la ciencia ficción se disiparon tras leer el libro, describiéndola como “profundidad emocional y texturas físicas”. Así, inspirado por un mundo completamente lejano, comenzó la producción de la cinta.

El inicio del proyecto fue prometedor, con el productor italiano Dino De Laurentiis y su hija Raffaella encargados de la logística. Universal Pictures respaldó un presupuesto estimado de 40 millones de dólares, convirtiéndolo en una de las producciones más costosas de la época. Para el reparto principal, se eligió al novato Kyle MacLachlan como Paul Atreides, Francesca Annis como Lady Jessica, Jürgen Prochnow como el duque Leto, Kenneth McMillan como el barón Vladimir Harkonnen, Sean Young como Chani, Max von Sydow como Dr. Kynes, Patrick Stewart como Gurney Halleck, Brad Dourif como Piter Vries y Dean Stockwell como Yueh. Cabe resaltar la participación del líder de The Police, Sting, en el papel de Feyd-Rautha Harkonnen.

Las locaciones y el diseño del rodaje se realizaron en su mayor parte en los Churubusco Studios de la Ciudad de México, donde se construyeron sets monumentales para recrear los planetas ficticios de Herbert. El desierto de Samalayuca, en Chihuahua, fue utilizado para las escenas que representaban el planeta Arrakis. El diseño de producción estuvo a cargo de Anthony Masters, mientras que el vestuario fue creado por Bob Ringwood, conocido por su trabajo en películas de fantasía.

A pesar de que Universal Pictures perfilaba una nueva producción de alto presupuesto, las ambiciones creativas de Lynch pronto chocaron con los intereses del estudio. Se desarrolló un conflicto creativo que llevó a que el corte inicial de la película, que duraba tres horas y reflejaba su visión personal, cargada de elementos surrealistas y un enfoque introspectivo, fuera recortado y se eliminaran muchas de las partes extrañas. Lynch perdió el control del proyecto, sacrificando elementos que él mismo calificó después como “un error”. El resultado final fue una película desarticulada que no cumplió con las expectativas, recibiendo una recepción desastrosa y convirtiéndose en uno de los mayores fracasos de taquilla, así como en un blanco de críticas implacables por parte de los fanáticos y cinéfilos.

En una entrevista con NPR a mediados de 2024, Lynch reflexionó: “Ya sabía que tenía un montaje antes de firmar para hacer la película. Pero, por alguna razón, pensé que todo iría bien e incluí eso en mi contrato. Y resultó que quería hacer lo que yo tenía en mente, porque yo tenía la última palabra. Es una lección que ya había aprendido antes, y ahora no hay manera. ¿Por qué alguien trabajaría en algo que es suyo? ¿Qué? ¿Eso? He muerto por mi culpa al no saber poner eso en el contrato”.

El legado de los aprendizajes de este fracaso marcó un punto de inflexión en la carrera de Lynch. Esta experiencia lo llevó a alejarse de los grandes estudios respaldados y a enfocarse en proyectos más personales que le permitieron crear obras maestras como Blue Velvet (1986) y Mulholland Drive (2001). Además, su colaboración con el actor protagonista habitual de la aclamada serie Twin Peaks es notable. Recientemente, llegó a sugerir la posibilidad de lanzar una nueva dirección, aunque aclaró: “No hay oro esperando ser ensamblado en los archivos”. Tras su muerte, su obra ha quedado en el olvido, pero su reputación tóxica sigue siendo una pieza curiosa que mezcla ambición desmedida y las tensiones y limitaciones impuestas por los estudios. Mientras tanto, su dirección adecuada continúa demostrando que su vasto trabajo puede resonar en la contemporaneidad. Como dato curioso, en una ocasión se le preguntó si había visto la adaptación de Villeneuve, a lo que respondió: “Nunca veré, ni siquiera quiero que me hables de ello, nunca”.