El mega iceberg A23a inicia su viaje hacia el Atlántico Sur: ¿qué significa esto?

El iceberg más grande del mundo se aproxima a las Islas Georgias del Sur.
El iceberg más grande del mundo se aproxima a las Islas Georgias del Sur.

La Prefectura Naval Argentina ha emitido un informe sobre el monitoreo del mega iceberg A23a, el cual ha sido detectado a 250,5 millas náuticas al suroeste de las Islas Georgias del Sur. Este enorme bloque de hielo fue identificado a través de imágenes satelitales de tipo SAR (Radar de Apertura Sintética). El organismo naval, encargado de garantizar la seguridad en la navegación y supervisar los espacios marítimos, notificó a la Dirección de Tráfico Marítimo, Fluvial y Lacustre tras la detección de hielo. A través de los Centros de Control de Gestión Marítima, se emitieron alertas dirigidas a los navegantes presentes en la zona para su protección.

En un comunicado, la Prefectura señaló: “La Autoridad Marítima nacional aconseja navegar con precaución para evitar aproximaciones innecesarias a la masa de hielo y disminuir riesgos”. El iceberg ha sido identificado mediante el Sistema Guardacostas, una herramienta tecnológica que permite el control de los espacios marítimos y fluviales mediante posicionamiento electrónico, proporcionada por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE).

Según lo detallado por Infobae, el iceberg A23a, considerado el más grande del mundo, comenzó a desplazarse después de haber estado anclado en el fondo marino durante décadas. Recientemente, se liberó de un vórtice oceánico que lo mantenía retenido. Los expertos estiman que su trayectoria lo guiará hacia el Atlántico Sur, donde, al entrar en aguas más templadas, comenzará a fragmentarse y disminuir de tamaño.

El iceberg A23a tiene una superficie de aproximadamente 3.600 kilómetros cuadrados, según estimaciones del British Antarctic Survey difundidas esta semana. Se espera que su tamaño disminuya lentamente a medida que se aleje de las zonas templadas. En respuesta a una consulta sobre su posición actual, el doctor en geología y glaciólogo Lucas Ruiz, del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA), indicó que, según los últimos datos en tiempo real de NASA y NOAA (Oficina de Administración Oceánica y Atmosférica), el iceberg tiene un polígono de aproximadamente “3.628 kilómetros cuadrados o incluso puede ser más”.

El peso estimado del iceberg es de un billón de toneladas por kilómetro cuadrado, lo que equivale a cinco veces la ciudad de Nueva York. Este iceberg se desprendió de la plataforma Filchner en 1986 como parte inicial del A23, y luego se fragmentó. El remanente de esa fragmentación incluye placas de hielo de hasta 400 metros de espesor.

El IANIGLA había explicado que “lo visible del témpano representa apenas el 10% del volumen total, ya que el resto permanece sumergido en el mar”. Este fenómeno ocurre debido a la gran presión que ejerce el hielo, lo que impide que se libere fácilmente de su anclaje. Este proceso de movimiento de bloques no es un evento extraordinario, ya que “este comportamiento es parte del ciclo natural de vida de los témpanos, que suelen permanecer encallados antes de ser movilizados por las corrientes subatárticas hacia áreas meridionales”. Sin embargo, también se necesita más investigación para determinar si el calentamiento global está acelerando estos desprendimientos, que son parte de un proceso natural.

Un fenómeno conocido como Columna Taylor 2023 ha mantenido girando el Mar de Weddell durante décadas. Ahora, el iceberg A23a navega hacia aguas más cálidas, donde fragmentos más pequeños eventualmente se derretirán. Según el oceanógrafo Andrew Meijers, del British Antarctic Survey, “estamos interesados en ver si tomará la misma ruta que otros grandes icebergs que se han desprendido de la Antártida. Y es importante, qué impacto tendrá esto en el ecosistema local”. El cambio climático podría influir en la desintegración del iceberg, aunque se confirma que su papel en este caso específico es incierto. Los investigadores advierten que el deshielo acelerado tiene implicaciones ecológicas y oceanográficas, especialmente para los ecosistemas marinos que dependen de los nutrientes aportados por el desplazamiento del hielo.