
Un estudio científico ha revelado cómo se utilizó ADN antiguo para identificar a una persona mencionada en una saga nórdica de hace más de 800 años. Este hallazgo confirma parte de los eventos narrados en la Saga Sverris, un texto histórico que relata la vida y hazañas del rey Sverre Sigurdsson. Según el relato, en el año 1197, durante una incursión al castillo Sverresborg, cerca de Trondheim, Noruega, un cuerpo fue arrojado a un pozo, aparentemente como un intento de envenenar la fuente de agua de los residentes. El descubrimiento de restos óseos en ese mismo lugar, junto con análisis genéticos realizados recientemente, ha permitido obtener detalles sobre esta figura, conocida como “El Hombre Pozo“.
Detalles del descubrimiento
El profesor Michael Martin, del Museo Universitario de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, señaló: “Es la primera vez que se encuentran estos textos históricos”. El experto añadió que este tipo de investigación ha comenzado a aplicarse a textos medievales antiguos en toda Europa. La historia se remonta a 1938, cuando se encontraron restos humanos en un pozo, de acuerdo con un trabajo publicado en iScience. En aquella época, los investigadores carecían de las herramientas necesarias para realizar un análisis profundo, limitándose a exámenes visuales, según relataron.
Análisis genético y características del individuo
Los investigadores precisaron que, gracias a los avances en datación por radiocarbono y secuenciación genética, es posible obtener una imagen precisa de la identidad y características del “Hombre Pozo”, que se ha confirmado que tiene aproximadamente 900 años. Además, estudios previos realizados en 2014 y 2016 determinaron que el individuo tenía entre 30 y 40 años en el momento de su muerte. A través del análisis genómico, el equipo pudo estimar que el Pozo poseía cabello rubio o castaño claro y ojos azules, y probablemente descendía de personas originarias del condado Vest-Agder, en el sur de Noruega.
El estudio genético fue liderado por el doctor Rene Ellegaard, quien realizó un procedimiento delicado para obtener las muestras genéticas. Esto implicó retirar la capa exterior de un diente del esqueleto y luego pulverizar el resto para analizar el ADN, evitando así la contaminación que pudiera provenir de manipulaciones previas del espécimen. Como resultado, Ellegaard comentó que se trató de “un compromiso para eliminar lo superficial que había tocado algunos posibles patógenos”, lo cual limita la posibilidad de realizar pruebas adicionales en el futuro.
Colaboración y referencias genéticas
El trabajo se basó en gran medida en datos de referencia de genomas noruegos modernos, en colaboración con Agnar Helgason. Ellegaard amplió la idea señalando que “la mayor parte de nuestro trabajo depende de tener una referencia”, y que mientras más modernos sean los genomas secuenciados, más precisos serán los análisis. Él también mencionó que “son literalmente miles de otros europeos” que podrían ser utilizados como referencia.
A pesar de los logros alcanzados, el método presentado tuvo limitaciones. Los investigadores lamentaron no haber podido identificar patógenos que podrían haber causado la muerte del individuo, ya que el proceso requería destruir la muestra. Sin embargo, los resultados han sido valiosos para la comprensión de otras figuras históricas. En este sentido, se cree que el importante santo noruego Olaf está enterrado en alguna catedral de Trondheim.
Reflexiones sobre el avance metodológico
La arqueóloga Anna Petersén, del Instituto Noruego de Investigación del Patrimonio Cultural, reflexionó sobre cómo los hallazgos científicos indican que “no todo es correcto; hemos visto que la realidad es mucho más compleja que el texto”. También celebró el avance metodológico en este caso, declarando que el “resultado es fantástico y puede aportar a la arqueología un contexto tan extraño y raro como este”.