¿Qué revela la ciencia sobre la memoria y su impacto en nuestra identidad?

Explora cómo nuestra mente decide qué recuerdos conservar y cuáles olvidar.
Explora cómo nuestra mente decide qué recuerdos conservar y cuáles olvidar.

En lo más profundo de nuestra memoria, se esconden fragmentos que nos definen. Esos instantes clave, como una sonrisa de la infancia o la emoción de escuchar nuestro nombre en un logro, construyen la base de nuestra identidad. Alguna vez, el gran cineasta Luis Buñuel dijo: “Es necesario haber comenzado a perder memoria, aunque sea solo retazos, para darse cuenta que esta constituye toda la vida”. Su reflexión sintetiza la relevancia de los recuerdos como una brújula que orienta nuestras vivencias. Esta verdad se vuelve evidente cuando enfrentamos el olvido. La memoria no solo actúa como un archivo de eventos pasados, sino que es un mecanismo que permite conectar esas experiencias con el presente. Recordar implica más que simplemente revivir hechos; es un proceso activo de reconstrucción donde imágenes, olores, sonidos y emociones se entrelazan para formar una narrativa personal.

Factores que afectan la memoria

Los factores que afectan la memoria son múltiples y pueden ser vulnerables a diversas condiciones que erosionan su capacidad. Enfermedades neurológicas, lesiones cerebrales e incluso trastornos emocionales tienen la capacidad de alterar la forma en que recordamos y afectan nuestra percepción de la identidad y la continuidad en el tiempo. Catherine Loveday, neuropsicóloga y autora de El mundo secreto del cerebro, expone datos preocupantes. Según una reseña de Muy Interesante, aproximadamente el 36% de quienes sobreviven a graves lesiones en la cabeza desarrollan amnesia, mientras que 10 de cada 100 personas mayores de 65 años sufren demencia y 70 padecen SIDA, enfrentando problemas de memoria. A estas cifras se suman condiciones como la encefalitis, infartos cerebrales y el Parkinson, entre otras, todas capaces de comprometer significativamente la capacidad de recordar. Incluso la depresión puede desestabilizar y causar daños al hipocampo, una región cerebral clave para generar y recuperar recuerdos, ejemplificando cómo una lesión específica puede afectar tanto los recuerdos recientes como los nuevos, en un fenómeno conocido como amnesia anterógrada.

La importancia de la investigación en la memoria

A medida que la investigación avanza, se vuelve crucial no solo proteger y prevenir daños físicos, sino también cuidar del bienestar emocional y mental. Este enfoque integral es fundamental para mitigar riesgos y preservar uno de los pilares fundamentales de la humanidad: la memoria. Recordar es un proceso constante; cada vez que evocamos un momento de nuestra vida, nuestra mente reproduce una imagen fiel del pasado, reconstruyéndola activamente. Lejos de ser un proceso estático, la memoria es un sistema dinámico que mezcla elementos previos y datos, reorganizándolos en función del contexto actual y las emociones.

Catherine Loveday explica que existen dos tipos principales de memoria: la memoria episódica, que transporta recuerdos de estados y lugares específicos, y la memoria semántica, que almacena conocimientos concretos sobre el mundo y la historia. Estos sistemas trabajan en conjunto, proporcionando las “piezas del rompecabezas” necesarias para armar una narrativa coherente. Sin embargo, como detalla Muy Interesante, este proceso no está exento de distorsiones: cada vez que recordamos algo, modificamos ligeramente ese recuerdo, ya sea de forma consciente o inconsciente. Esto subraya un hecho crucial: la memoria se conserva y se reinterpreta constantemente, adaptándose a nuestras necesidades.

Memoria y olvido: un equilibrio delicado

Aunque parecieran opuestos, la memoria y el olvido son procesos interdependientes que juntos sostienen nuestro pensamiento y adaptación. Olvidar implica la pérdida de información; es un proceso necesario para priorizar lo esencial y liberar espacio para nuevos aprendizajes. El neurocientífico Rodrigo Quián Quiroga resalta que olvidar es fundamental para concentrarse en lo importante, ya que nuestro cerebro está diseñado para retener detalles esenciales. A su vez, selecciona y abstrae lo esencial, dejando de lado lo accesorio. Esto facilita la comprensión y el aprendizaje, ya que procesar recuerdos con igual intensidad dificultaría nuestra capacidad para tomar decisiones.

El misterio de los primeros recuerdos

Por esta razón, el fallo del sistema de memoria es una característica inherente a la funcionalidad infantil. Un misterio que ha intrigado a psicólogos y neurocientíficos durante décadas es el de los primeros recuerdos: ¿cuál es tu primer recuerdo? Para la mayoría de las personas, suele remontarse a antes de los cuatro o cinco años, a pesar de que vivieron eventos significativos en su temprana infancia. Este fenómeno, conocido como amnesia infantil, ha llevado a proponer diversas teorías para explicar por qué esos recuerdos parecen esfumarse de la conciencia. A finales del siglo XIX, el psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus exploró el funcionamiento de la memoria a través de la llamada “curva del olvido”, que indica que los recuerdos tienden a desvanecerse rápidamente después de ser adquiridos, estabilizándose posteriormente. En el caso de la infancia, parece que este proceso es especialmente acelerado.

Una hipótesis relevante señala que los niños pequeños carecen de una conciencia del yo suficientemente desarrollada, lo que es un requisito para formar recuerdos autobiográficos. Otra teoría apunta a que la adquisición del lenguaje es un factor clave. Antes de desarrollar habilidades lingüísticas, los niños no cuentan con las herramientas necesarias para estructurar sus relatos, lo que dificulta la evocación de recuerdos en la vida adulta. Sin las palabras para etiquetar emociones, almacenan sus experiencias de manera difusa, lo que complica su recuperación más adelante. Asimismo, la maduración y formación de recuerdos duraderos podría ser otro determinante. Durante las primeras etapas de la vida, el cerebro aún no ha alcanzado el desarrollo necesario para consolidar recuerdos de manera efectiva a largo plazo, lo que contribuye a la aparente “laguna” en la biografía de la infancia.

El impacto del amor en la memoria

El amor, por otro lado, desempeña un papel crucial en la memoria, ya que desafía la naturaleza efímera de los recuerdos. Uno de los eventos persistentes que permanece grabado de manera indeleble es el amor. Durante la adolescencia, se registra un impacto sin precedentes en la memoria, donde neurotransmisores como la dopamina y la oxitocina, relacionados con la recompensa y la conexión social, juegan un papel fundamental en este proceso. Estudios realizados en adultos de entre 80 y 90 años revelaron que muchos identificaban sus experiencias amorosas de juventud como algunos de los recuerdos más vívidos y significativos de sus vidas. Este fenómeno no se limita únicamente a momentos de felicidad, sino que refuerza la idea de que los recuerdos cargados de emociones intensas y especiales resisten el desgaste del tiempo. Estos recuerdos se convierten en hitos inalterables en nuestra biografía, definiendo quiénes fuimos y iluminando aspectos de nuestra identidad.