
El concepto de amor propio ha cobrado gran relevancia en la actualidad, generando debates sobre su verdadera naturaleza y su impacto en las relaciones interpersonales. La idea de que “si no nos amamos, nadie nos va a amar” se ha convertido en un mantra que muchas personas repiten, convirtiéndose en un imperativo que puede resultar difícil de cuestionar. Este consejo, aunque puede ofrecer consuelo, también puede actuar como una camisa de fuerza en momentos de búsqueda de pareja.
El culto al amor propio
El culto al amor propio se ha transformado en una especie de religión moderna. A pesar de que la creencia en un príncipe azul o una princesa a ser liberada puede ser considerada una fantasía, el amor propio se presenta como la salvación. Sin embargo, surge la pregunta: ¿es realmente así? A menudo, las frustraciones en las relaciones llevan a las personas a aferrarse a estas promesas de amor propio, que tienen sus raíces en fantasías infantiles.
La búsqueda de control
Cuando las relaciones se tornan complicadas, se tiende a desplazar la angustia hacia un super-inversión en el control personal. Este fenómeno fue descrito por Freud en 1914 como narcisismo primario. La mentalidad de “¡No me voy a tirar abajo! ¡Voy a correr una maratón! ¡Voy a ser la mejor versión de mí!” refleja un deseo de autosuficiencia que, en lugar de aliviar la soledad o la impotencia, puede llevar a una búsqueda insaciable de completud dentro de uno mismo. La pregunta que surge es: ¿se impone la soltería o se siente el abandono?
La presión del auto-desarrollo
La noción de ser la “mejor versión de uno mismo” plantea interrogantes sobre su verdadero propósito. ¿Es un esfuerzo genuino por mejorar o simplemente una respuesta a la inseguridad y la sensación de insuficiencia? La hiper-productividad ha permeado el concepto de amor propio, transformando lo que se conoce como auto-desarrollo en una forma de auto-opresión.
El amor propio como un fenómeno social
Entender el amor propio no debe ser visto como un camino individual, sino como un proceso social. Es fundamental liberarse de la carga de tener que amarse en soledad, reconociendo que el “Ideal del yo”, según Freud, es la mirada que buscamos para finalmente aceptarnos. La pregunta que se plantea es: ¿de qué sirve salir de una relación tóxica si se mantiene una relación igualmente tóxica con uno mismo?
La influencia de los cuidadores
La noción de amor propio está intrínsecamente ligada a cómo nos hemos visto a nosotros mismos a través de la mirada de los demás. Freud, en su obra Introducción al narcisismo, señala que “una unidad comparable al yo no puede existir desde el comienzo; el yo tiene que desarrollarse”. Esto implica que nuestra identidad se forma en función de cómo fuimos percibidos y cuidados por nuestros primeros cuidadores, quienes no necesariamente tienen que ser nuestros padres biológicos.
Internalización de creencias
Es crucial repensar las creencias que hemos internalizado a lo largo de nuestra vida, tales como “eres tonto”, “no sirves para nada” o “siempre estás molestando”. Según el psicoanálisis, somos síntomas de nuestros padres, y pasamos nuestra vida intentando ser amados basándonos en lo que entendemos como dignidad para ser amados. Esta internalización puede llevar a la creencia de que si no somos “lo suficientemente buenos”, la culpa recae sobre nosotros. En una cultura que promueve que “querer es poder”, se genera la idea de que si corregimos nuestras deficiencias, finalmente seremos amados, tanto por los demás como por nosotros mismos.