
Un estudio liderado por expertos de Harvard ha establecido una conexión entre el seguimiento de diversas dietas y la probabilidad de alcanzar los 70 años sin enfermedades crónicas graves, así como con una buena salud cognitiva, física y mental. La investigación analizó los hábitos alimentarios de más de 105,000 personas a lo largo de tres décadas. Este estudio se basó en dos grandes cohortes estadounidenses: el Nurses’ Health Study y el Professionals Follow-Up Study, que recogen información de mujeres y hombres entre 39 y 69 años que trabajan en el ámbito sanitario. Los investigadores sugirieron que será necesario replicar esta experiencia en diferentes orígenes y niveles socioeconómicos. El trabajo, también realizado por universidades de Copenhague y Montreal, fue publicado en la revista Nature Medicine.
En la introducción del artículo, los autores mencionaron: “A medida que la población mundial envejece, es fundamental identificar qué, además de prevenir enfermedades no transmisibles, promuevan un óptimo envejecimiento saludable”. Durante el seguimiento, los participantes informaron regularmente sobre su alimentación. Con esos datos, el equipo evaluó el nivel de adherencia a ocho patrones dietarios saludables. ¿Cuáles son estos patrones? Incluyen el Índice de Alimentación Saludable Alternativa, el Mediterráneo Alternativo, los Enfoques Dietéticos para Detener la Hipertensión (DASH), la Intervención Mediterránea-DASH para el Retraso Neurodegenerativo (MIND), la dieta basada en plantas, la Dieta Salud Planetaria, el patrón dietario empíricamente inflamatorio y el índice dietético empírico de hiperinsulinemia.
Estos modelos, según los expertos, promueven una alta ingesta de frutas, verduras, cereales integrales, grasas insaturadas, frutos secos y legumbres. Algunos de ellos incorporan una porción baja o moderada de alimentos de origen animal, como pescado y determinados productos lácteos. En paralelo, se estudió el consumo de ultraprocesados, que son productos industriales que suelen contener ingredientes artificiales, azúcares añadidos y sodio, lo que llevó a un análisis minucioso.
Después de treinta años, apenas 9,771 participantes, lo que representa el 9.3% del total, cumplieron con los criterios definidos por el equipo. Ahora bien, ¿cuál de todas las dietas resultó ser la más beneficiosa? Se observó que el mayor impacto se dio en aquellos que seguían la dieta Alternativa, diseñada para abordar diversas enfermedades crónicas. Este grupo mostró probabilidades un 86% más altas de llegar a los 70 años en comparación con aquellos que tenían una menor puntuación en el patrón, de acuerdo con el trabajo. Además, la diferencia fue aún mayor: envejecer bien fue 2.2 veces más probable para este grupo. Esta dieta incluye frutos secos y limita el consumo de carnes rojas procesadas, así como de bebidas azucaradas y alimentos refinados.
Otra pauta alimentaria destacada es la Dieta Salud Planetaria, que no solo considera el bienestar humano, sino también el ambiental. Esta dieta prioriza los alimentos de origen vegetal y restringe el consumo de productos de origen animal. Un dato que sobresale en todos los casos es que un elevado consumo de alimentos ultraprocesados, especialmente los azucarados, se asoció sistemáticamente con peores resultados en términos de salud.
La investigadora Marta Guasch-Ferré, de la Universidad, comentó que los hallazgos permiten “dar forma a futuras directrices dietéticas”. En sus palabras: “Estos sugieren que las dietas ricas en vegetales, con inclusión moderada de alimentos de origen animal, pueden promover la salud general y ayudar a establecer pautas dietéticas”. La autora principal, Anne-Julie Tessier de Montreal, planteó una lectura complementaria: “Nuestros resultados muestran que existe una dieta única para todos. Las dietas saludables pueden adaptarse a las necesidades y preferencias individuales”.
El artículo en Nature Medicine expuso un marco conceptual del trabajo, señalando que la población de adultos mayores en Estados Unidos ha aumentado de manera constante en las últimas décadas; sin embargo, el 80% de ellos padece al menos una enfermedad crónica, lo que pone de relieve los complejos desafíos sanitarios que enfrenta este cambio demográfico. El texto subraya el objetivo de “promover la salud mundial”, con ejemplos como “ofrecer mejor atención”, “apoyar la contribución continua a la sociedad” y “reducir los costes sanitarios”. También se recuerda que el principal factor de riesgo conductual de enfermedades no transmisibles ocupa el segundo lugar en la carga de mortalidad mundial, después del tabaquismo en Estados Unidos. El documento retoma un enfoque impulsado por la Organización Mundial de la Salud que propone priorizar la preservación de la capacidad funcional y el tratamiento de enfermedades específicas. “Este enfoque aleja el tradicional centrado en el envejecimiento”, se lee en el artículo, y existen “evidencias convincentes” de que la calidad de vida puede mejorar en términos de salud cardiovascular, diabetes tipo 2, rendimiento cognitivo y físico, así como reducir los síntomas depresivos relacionados con la edad.