Marilyn Monroe: la mente brillante detrás de la rubia tonta y su sorprendente biblioteca personal

Explora la biblioteca privada de Marilyn Monroe y su lado intelectual.
Explora la biblioteca privada de Marilyn Monroe y su lado intelectual.

Marilyn Monroe, aclamada como un ícono de Hollywood, fue mucho más que la imagen de la “rubia tonta” que el público percibía. A través de su carisma y su cautivadora sonrisa, logró conquistar la pantalla, pero esta representación superficial ocultaba una personalidad compleja y multifacética. La revista británica Far Out ha revelado que, bajo la apariencia de glamour y seducción, la actriz poseía una mente curiosa y un agudo sentido de la ironía, cualidades que utilizó para manipular las expectativas de la industria cinematográfica.

A pesar de la imagen que proyectaba en sus papeles, Marilyn Monroe era una lectora apasionada y una mujer intelectualmente inquieta, con una biblioteca personal que hoy causa asombro y respeto. Esta colección, construida con dedicación a lo largo de los años, incluía títulos de literatura clásica, filosofía y otros temas poco asociados con el papel de “bomba rubia” que le asignaron. Para la actriz, esos libros representaban mucho más que una simple afición; eran una vía de escape y una reafirmación de su identidad, que prácticamente no mostraba al público.

Los libros, la soledad y la búsqueda interior fueron aspectos que la actriz ocultó, mostrando su verdadera personalidad solo en momentos de intimidad y lectura. Los aspectos profundos de su carácter permanecieron fuera del alcance del público, revelándose únicamente tras su muerte a través de los diarios personales y pertenencias que dejó atrás. En sus escritos, plasmó reflexiones íntimas que ofrecen una mirada compleja y sensible de quien buscaba consuelo y claridad a través de la lectura y la escritura. “Me restauro cuando estoy sola“, anotó alguna vez, una confesión que muestra la necesidad que tenía de retirarse de la vida pública para reencontrarse consigo misma.

Incluso en los sets de filmación, encontraba formas de reconectar con su parte oculta. Entre toma y toma, se retiraba a un rincón apartado, sacaba un libro y se sumergía en sus páginas, ajena al ruido del entorno. A pesar de la aparente calma, leía obras de gran dificultad, “incluso los estudiantes luchan por comprender“, dejando ver su determinación por explorar complejidades que estaban muy alejadas de los papeles superficiales que interpretaba en la pantalla. Esta faceta introspectiva, que pocos conocieron, contrasta poderosamente con su imagen pública, mostrando las conscientes contradicciones de su existencia, así como las presiones y limitaciones impuestas a las mujeres de su época.

Un tesoro oculto entre las páginas de su biblioteca quedó plasmado de forma contundente en una colección envidiable que refleja su curiosidad y profundidad de pensamiento. Todo salió a la luz en una subasta organizada por Christie’s, que reveló al mundo este aspecto de su vida a través de una selección de 400 libros que reunió a lo largo de los años. Esta venta permitió al público conocer un lado que contrastaba radicalmente con la imagen de “tonta” que se le había asignado: una mujer ávida de conocimiento y reflexiva, que exploraba lo complejo y anotaba sus pensamientos en los márgenes, estableciendo un diálogo silencioso con cada autor.

Entre los clásicos que formaban parte de su colección se encontraban obras como El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald, Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain, y Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams, cuya copia contenía anotaciones a mano que delataban su afán por comprender las emociones y motivaciones de los personajes. También abarcaba obras de Ernest Hemingway y D.H. Lawrence, cuyas exploraciones sobre la condición humana parecían resonar en ella.

Además, su interés literario no se limitaba a autores consagrados; también incluía textos de la contracultura contemporánea, como los de la Generación Beat, Jack Kerouac, Walt Whitman y Rainer Maria Rilke. Profundizó en la psicología de Sigmund Freud y el existencialismo de Albert Camus, explorando temas que rozaban el nihilismo y la naturaleza compleja de su personaje. Una de las obras sorprendentes que leía era Ulises de James Joyce, una obra notoriamente difícil que incluso los lectores experimentados encuentran desafiante.

El hecho de que ella leyera tales obras es una prueba de su deseo de ver a través de lentes diversos y profundos, alejándose de la simplista presencia que muchos críticos y fanáticos le atribuían. En sus libros, dejaba impresas reflexiones, subrayaba fragmentos y marcaba aquellas frases que resonaban con sus propias experiencias. Estas notas, a la vez universales y personales, eran una ventana a su conocimiento, que usaba tanto para entretenimiento como para entenderse a sí misma en un entorno que comprendía mejor que nadie.

Marilyn Monroe sabía que el valor de su intelecto era el único camino hacia el estrellato, y que debía adaptarse al molde que se esperaba de ella. Sabía jugar con la increíble fantasía que había construido, encarnando un ideal que devoraría sin dudar. Esta construcción fue el fruto de una imposición externa; sin embargo, fue también una decisión calculada, una herramienta que utilizó como Norma Jean Mortenson, su verdadero nombre, para conquistar personajes estereotipados y figuras femeninas que encarnaban la ingenuidad y eran objeto del deseo masculino.

Uno de estos personajes fue Lorelei Lee, una joven ambiciosa cuya interpretación enriqueció con gestos sutiles y miradas cómplices que sugerían una comprensión profunda. Los caballeros las prefieren rubias puede considerarse un “ejemplo perfecto” de su habilidad para jugar con las percepciones de la audiencia. Esta actuación envió un mensaje que podía pasar desapercibido: aunque el personaje parecía vacío, reía en secreto de la superficialidad que la rodeaba, lo que le permitía avanzar en su carrera, aunque también entendía que eso conllevaba un desgaste.

En sus líneas, lanzaba destellos de ingenio velado y al mismo tiempo mostraba su talento para el absurdo en los roles impuestos. El legado inesperado de Marilyn Monroe, a través de cuidadosas selecciones personales, puede ser considerado un testimonio elocuente de su inteligencia y sensibilidad, que nunca llegó a ser apreciado en su totalidad. Su reflejo intelectual, una especie de habla interesada en el autoconocimiento, se encuentra en el análisis de los libros que abarcan su pensamiento y existencia.

Entre los títulos que formaban parte de su biblioteca se encontraban obras como Cómo viajar incógnito de James Thurber, El hombre invisible de Ralph Ellison, Desde Rusia con amor de Ian Fleming, Arte de amar de Erich Fromm, Ulises de James Joyce, Stoned Like a Statue de David Foster Wallace, Poemas selectos de Walt Whitman, Hijos amantes de D.H. Lawrence, La muerte en Venecia de Thomas Mann, Las cartas de amor de George Bernard Shaw, y muchos otros títulos que abarcan una amplia gama de géneros y estilos.