
El descenso en las tasas de obesidad registrado en Estados Unidos en 2023 marca un punto de inflexión tras décadas de incremento sostenido. Buena parte de este cambio puede atribuirse a la irrupción de semaglutida, un medicamento aprobado en 2021 para el tratamiento de la obesidad que, a pesar de su alto costo y limitada disponibilidad, ha demostrado ser extraordinariamente eficaz. Sin embargo, según New Scientist, este avance podría representar solo el inicio de una transformación mucho más profunda en la medicina contemporánea. La semaglutida, junto con otros fármacos de la misma clase como liraglutida o tirzepatida, forma parte del grupo de los agonistas del receptor GLP-1, diseñados para imitar la hormona intestinal que genera sensación de saciedad, reduce el apetito y regula el azúcar en sangre.
Efectos en la salud y ensayos clínicos
La consecuencia directa de la administración de estos medicamentos es la significativa pérdida de peso en la mayoría de los pacientes. Pero los beneficios no se detienen allí. Ensayos clínicos recientes han revelado efectos cardiovasculares notables. Un estudio realizado durante cuatro años con casi 18,000 participantes demostró que la incidencia de infartos y accidentes cerebrovasculares fue menor en quienes tomaron semaglutida en comparación con aquellos que recibieron un placebo. Además, se están documentando casos de comportamientos compulsivos y consumo excesivo de alcohol, lo que ha generado especulación sobre el potencial de estos medicamentos para abordar diversos tipos de adicción.
Uso prolongado y salud pública
Los beneficios, más allá del entusiasmo en torno a estos efectos secundarios, han llevado a algunos expertos a considerar el uso prolongado, incluso de por vida, de estos medicamentos. La investigadora Helen Colhoun de la Universidad de Edimburgo sugiere que podrían tener un rol duradero en la salud pública en la lucha contra la obesidad, aunque advierte sobre la tentación de presentarlos como una solución mágica. “Es esencial reforzar las intervenciones sociales que combaten las causas estructurales de la obesidad”, subrayó.
A pesar del optimismo, persisten numerosas incertidumbres. La ciencia aún no ha logrado determinar si los beneficios cardiovasculares provienen de manera independiente del fármaco. En estudios con animales, se ha observado que los efectos positivos podrían producirse sin la reducción de peso, lo cual podría explicarse por la presencia de receptores en órganos como el corazón y el cerebro. Por ahora, carecemos de datos suficientes sobre personas obesas o con diabetes tipo 2, debido a la limitada participación en ensayos clínicos.
Desarrollo de nuevos medicamentos
En paralelo, la industria farmacéutica está compitiendo para desarrollar versiones mejoradas de estos medicamentos. Actualmente, hay al menos 39 nuevos desarrollos en curso. Entre ellos, destaca la retatrutida, que actúa sobre el GIP (un péptido relacionado con la saciedad) y también activa el glucagón, favoreciendo la liberación de reservas de grasa. Los primeros resultados apuntan a que la eficacia para perder peso podría superar el mayor obstáculo para la adopción masiva, que sigue siendo el formato inyectable de los tratamientos.
Debido a que estos medicamentos son proteínas complejas, pueden administrarse por vía oral, pero son destruidos en el aparato digestivo, lo que encarece la producción y limita su disponibilidad. Algunos avances intentan revertir esta situación: el fármaco Rybelsus combina un compuesto que facilita la absorción intestinal y requiere ser tomado bajo condiciones muy específicas. Otras moléculas pequeñas, como el orforglipron, están siendo desarrolladas en forma de comprimidos que pueden fabricarse a gran escala con facilidad. Actualmente, se encuentra en fase III de ensayos, explorando aplicaciones inyectables mensuales.
Casi la mitad de los pacientes experimentan efectos gastrointestinales como náuseas, vómitos y diarrea, que generalmente desaparecen después de unos días, pero que pueden provocar el abandono del tratamiento. Además, existe preocupación por posibles efectos adversos en la masa ósea y muscular. Algunas empresas están buscando contrarrestar estos efectos combinando tratamientos que favorezcan el crecimiento muscular.
Controversias y efectos rebote
Uno de los puntos controvertidos es el fenómeno conocido como “efecto rebote”. Un ensayo con 2,000 participantes reveló que al dejar de tomar el medicamento, los pacientes recuperaban cerca de dos tercios del peso perdido. En comparación con tratamientos crónicos como las estatinas, cuya eficacia depende de la administración continua, se plantea la cuestión de si estos nuevos medicamentos son una herramienta poderosa, pero advierten contra la dependencia excesiva.
Aunque estos medicamentos ofrecen la posibilidad de controlar enfermedades asociadas a la obesidad, no resuelven las causas sociales, culturales y económicas que alimentan la obesidad. El riesgo, advierten, es que estas terapias farmacológicas desplacen la atención de las políticas públicas necesarias para transformar los entornos que perpetúan los malos hábitos alimentarios y los estilos de vida sedentarios.