
Puede considerarse a “Canción sin nombre” (2019) como cine de autor, más allá de los márgenes poco nítidos de este concepto. Se trata de una propuesta fílmica muy personal y lejos de un cine comercial, ni siquiera convencional o típico latinoamericano en cuanto a grandes producciones. Hay una búsqueda estilística en la dirección de Melina León, que debuta su carrera cinematográfica con esta película, con la cual obtiene un filme muy sensible y sutil en el que aborda temáticas tan fundamentales para el país andino como el indigenismo y la corrupción política de la sociedad peruana.
La historia versa sobre el joven periodista limeño Pedro Campos (Tommy Párraga) que investiga la misteriosa desaparición del bebé recién nacido de la joven ayacuchana Georgina Condori (Pamela Mendoza Arpi), quien migra a Lima debido al terrorismo que azota a su zona natal. Georgina busca ayuda en la comisaría y en el Palacio de Justicia sin encontrarla hasta llegar a las oficinas de un periódico local, donde Pedro Campos toma su caso. Las escenas superponen las portadas de periódicos locales a las situaciones cotidianas vividas durante el terrorismo, tales como la violencia, la crisis económica y social, la migración del campo a la ciudad, entre otras.
En un registro en blanco y negro, con una cuidada y bella fotografía, la película se inicia con portadas históricas de periódicos que dan cuenta de la crisis económica y social, así como el terrorismo que ejercía principalmente el grupo insurgente Sendero Luminoso, durante el año 1988, en el primer período presidencial en Perú de Alan García, donde regían medidas restrictivas a las libertades civiles, como el toque de queda en el territorio, y abundaba la corrupción política e institucional en el país.
Luego la acción narra la ceremonia indígena de despedida a la partida de Georgina y su pareja, Leonardo, quienes esperan un hijo, pues migran a Lima para buscar mejores condiciones de vida. En tanto, se alterna la presentación del personaje del periodista Pedro Campos, un joven gay que se sorprende al reportear los hechos políticos y sociales del momento y paulatinamente encuentra el amor.
La dirección de Melina León es muy eficiente: destaca la sutileza al abordar los descarnados hechos, mediante diálogos mínimos en voz baja, que aportan el mensaje justo y necesario sin restar protagonismo a la imagen en el significado cinematográfico; grandes planos generales en escenas claves, que muestran en ocasiones la soledad de los personajes y acentúan, en otras, el sentido visual de las tomas en relación con las emociones expresadas. La dirección sólo sugiere la acción narrada: el espectador, sin mayores esfuerzos, completa estos hechos que el filme cuenta con la gran ventaja de que él imprime el sentido emotivo de la historia, en una decodificación semántica mucho más efectiva que al mostrar explícitamente, pues la insinuación otorga más poder sugestivo.
Cabe destacar también el muy bien construido guión, a cargo de la propia Melina León y de Michael J. White, de corte minimalista. Asimismo, las notables actuaciones y la música incidental cumplen un muy buen rol en este filme.
“Canción sin nombre” es una talentosa y original película que aborda con sutileza el indigenismo y la corrupción política y de las instituciones en la sociedad peruana. Fue seleccionada para ser exhibida en la sección Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 2019 y es la carta peruana para el Premio a la Mejor Película Extranjera de los Oscar de este año. Se celebra el primer trabajo cinematográfico de Melina León y se esperan sus siguientes obras.
Película disponible en Netflix.
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