
La llegada del fin de año trae consigo la habitual práctica de realizar balances personales. En diversas ocasiones, se ha observado que la existencia humana, en general, y nuestro organismo particular, funcionan sobre la base de ciclos que se repiten de manera constante. Estos ciclos pueden ser tan simples como el sueño y la vigilia, o tan complejos como los hormonales, que incluyen fenómenos más amplios, como las depresiones estacionales que evolucionan a lo largo de una enfermedad. Cada uno de estos ciclos, con su inicio, descenso y retorno a un estado opuesto, es una representación de lo que ocurre en la naturaleza y, en este caso, se relaciona con el tiempo que tarda el planeta Tierra en completar su órbita alrededor del Sol. De esta forma, las hormonas como el cortisol y las hormonas sexuales femeninas generan sintomatología específica, y un ciclo anual provoca una serie de movilizaciones en todas las esferas del ser humano.
Los puntos cúlmines y la reflexión personal
Los momentos cúlmines, tanto personales como estacionales, suelen estar marcados por festividades que parecen ser épocas en las que pasamos de brillos y luces a sombras. Las esperanzas que albergamos a menudo se confunden con recriminaciones, y las características de esta época de saldos y cierres nos llevan a mirar hacia atrás y hacia adelante al mismo tiempo. Las preguntas que surgen son: ¿Qué hemos logrado este año? ¿Qué ha quedado pendiente? ¿Qué deseamos cambiar? ¿Con quién no queremos estar? Estos planteamientos no son sencillos, ya que definir nuestra situación personal y familiar puede resultar complicado, especialmente en momentos que nos detienen y reactivan estas reflexiones.
El agotamiento y la toma de decisiones
A pesar de la confusión y el cansancio que puede generar este proceso, se espera que tengamos la capacidad de tomar decisiones que debieron haberse cumplido durante el período que termina. Este proceso puede profundizar la rumiación hasta llegar a la frustración. Sin embargo, la única opción viable es cuidar otros aspectos de nuestra salud, ya que este momento bisagra puede estar muy relacionado con el estrés y el cansancio.
Los balances y la lista de logros
Los balances suelen consistir en una lista de logros que, en muchos casos, escribimos y pensamos en los días previos a la llegada del nuevo año. Sin embargo, esta lista puede ser larga de deseos y/o expectativas que mezclan realidades con fantasías. No se trata de hacer una comparación entre “éxitos” y “fracasos”, sino de considerar que quizás sea una oportunidad para reflexionar sobre la vida, la salud, las relaciones, la entrega absoluta, la honestidad y la aceptación, aunque esto pueda parecer utópico. La gratitud puede ser un paso hacia el bienestar general, y es posible que ya hayamos contabilizado solo lo malo que hemos hecho, dejando de lado lo positivo.
Las promesas y la presión de la esperanza
Entre las esperanzas y la presión que sentimos, todos recordamos las listas de regalos que hacíamos de niños durante las festividades. A medida que crecemos, nos damos cuenta de que esos regalos también deben ser más realistas. Es importante fijarse objetivos que sean alcanzables, en lugar de acometer una multitud interminable de deseos. Por otro lado, a menudo confundimos la expresión de frustración con la programación de un viaje o la realización de un deseo. Es fundamental que los objetivos sean concretos; por ejemplo, en lugar de plantear “ir al gimnasio todos los días”, sería más efectivo decir: “quiero sentirme bien, fuerte y saludable”.
La familia y las tensiones emocionales
Inevitablemente, existen escuelas psicoterapéuticas que se dedican a estudiar las interacciones familiares, ya que la familia puede convertirse en un escenario perfecto para tensiones y discusiones. Cuando nos encontramos con personas que forman parte de nuestra familia, viejos rencores que han crecido con el tiempo pueden eclosionar en estas épocas. La expectativa de que “todo salga perfecto” puede empeorar la situación, ya que estamos en un estado de alerta máxima, lo que puede hacer que viejos conflictos se conviertan en un campo de batalla emocional. Es importante entender y aceptar la imperfección, comenzando por nosotros mismos y bajando las exigencias hacia los demás. Esto implica también una tregua con nuestros propios miedos y angustias.
La importancia de la empatía y la comunicación
En este contexto, es fundamental buscar atesorar momentos significativos, lo que puede significar un cambio. Es esencial concentrarse en ello, haciendo que lo molesto u ofensivo se convierta en una oportunidad para la comprensión y la empatía. La experiencia de acercarse a otro ser humano puede ser altamente sanadora, superando incluso los bienes materiales. Los momentos de silencio y la integración de un grupo de seres humanos diversos pueden ser un ejercicio interesante y enriquecedor.
Prioridades y rituales de agradecimiento
Es crucial dar prioridad a lo esencial y lo importante. Aprender a decir “no” es una habilidad valiosa. Crear rituales de agradecimiento puede ser una forma de aprovechar el tiempo para reflexionar, perdonarse y celebrar lo bueno que hemos aprendido. Esta tarea puede ser enorme, pero hacerse simple es un objetivo alcanzable. Se abre una nueva página en nuestra vida, quizás expresando pensamientos que hemos pensado y vivido.
El doctor Enrique Rosa Alabaster, especialista en temas de salud mental, es médico psiquiatra, neurólogo y sexólogo legista, y ha abordado estos temas en su trabajo.