El futuro político de Justin Trudeau ha estado en un estado de incertidumbre durante varios meses. Recientemente, los acontecimientos que amenazan con poner fin a su mandato como primer ministro de Canadá se han acelerado notablemente en un corto período de tiempo. Todo parecía estar en orden el 8 de diciembre, cuando Trudeau y Chrystia Freeland, quien en ese momento era ministra de Finanzas y había sido vicepresidenta durante un largo tiempo, compartieron una cena en Harrington Lake, la residencia rural del primer ministro. Durante esta reunión, discutieron los detalles de una actualización financiera que Freeland debía presentar la semana siguiente y llegaron a un consenso sobre los puntos clave a tratar.
Sin embargo, la situación dio un giro inesperado cuando, cinco días después, Trudeau se comunicó con Freeland para informarle que pronto dejaría de ser ministra de Finanzas. En su lugar, Mark Carney, exgobernador del Banco de Canadá y considerado un favorito por los mercados, asumiría el cargo. Trudeau tenía en mente otro rol para Freeland, uno que implicaba gestionar las complejas relaciones de Canadá con el futuro presidente Trump. Este cambio fue percibido por Freeland como una degradación, especialmente porque se le comunicó a través de una llamada por Zoom, lo que intensificó su frustración.
Durante el fin de semana, Freeland reflexionó sobre cómo responder a esta situación, recordando la frustración que había sentido el verano anterior cuando comenzaron a surgir rumores sobre la posibilidad de que Trudeau estuviera considerando a Carney como su sucesor. El lunes por la mañana, Freeland contactó a Trudeau y le notificó su decisión de renunciar al gabinete. Posteriormente, a las 9 de la mañana, publicó una carta de renuncia en X, en la que expresaba: “Nuestro país enfrenta hoy un grave desafío”, refiriéndose a la amenaza que representaba Trump para la relación comercial entre Canadá y Estados Unidos. Freeland continuó afirmando que el Gobierno debía tomar en serio esta situación y acumular reservas financieras, lo que implicaba evitar “costosos trucos políticos” que podrían generar dudas entre los canadienses sobre la comprensión de la gravedad del momento.
Las palabras de Freeland fueron contundentes y su renuncia se produjo en un momento humillante para Trudeau, quien se vio obligado a enfrentar la pregunta de quién presentaría el plan financiero a la Cámara de los Comunes en ausencia de un ministro de Finanzas. Tras la renuncia de Freeland, Carney se comunicó directamente con Trudeau y le informó que no se uniría al Gobierno. Esta situación dejó a muchos miembros del Partido Liberal sorprendidos por las tácticas de Freeland, quien dimitió el mismo día en que estaba programado su discurso fiscal, insinuando que Trudeau no estaba tomando en serio la amenaza de Trump.
Fuentes cercanas a Freeland, de 56 años, indican que su decisión fue impulsada por la forma en que Trudeau la había tratado en los meses anteriores, especialmente tras la publicación de artículos en el periódico The Globe and Mail que cuestionaban sus habilidades de comunicación. Freeland se sintió molesta por la falta de apoyo público de Trudeau, lo que contribuyó a su decisión de renunciar.
En la actualidad, Trudeau enfrenta una crisis significativa, ya que ha perdido a Freeland, quien era posiblemente su aliada más cercana, y a Carney, quien podría haber mejorado su situación en las encuestas. La situación se complicó aún más cuando Jagmeet Singh, líder del opositor Nuevo Partido Democrático, anunció que sus legisladores votarían en contra del Gobierno en el nuevo año legislativo. Sin el apoyo del NDP, la caída del Gobierno de Trudeau parece inminente.
Un posible cambio de gabinete representa la última oportunidad para que Trudeau reorganice su círculo cercano, mientras que las vacaciones podrían ofrecer un alivio temporal a la presión que enfrenta. Sin embargo, muchos dentro del Partido Liberal consideran que la crisis provocada por la renuncia de Freeland, quien había sido uno de los ministros más leales durante los nueve años de Trudeau en el poder, podría ser insostenible. Antes de esta crisis, un número considerable de legisladores liberales ya había expresado su deseo de que Trudeau renunciara, preocupados de que su permanencia en el cargo llevara al partido a una derrota significativa en las próximas elecciones.
La disidencia dentro del partido está creciendo, y las voces que piden la renuncia de Trudeau se están volviendo más fuertes. “Se engaña si cree que puede continuar en esta trayectoria. El país quiere que dimita”, declaró Wayne Long, un miembro liberal del parlamento de Nuevo Brunswick. Existen opiniones divididas entre los liberales de alto rango sobre las causas de la crisis y las posibles soluciones. Las elecciones están programadas para octubre, pero es probable que la crisis se intensifique antes de esa fecha. La Cámara de los Comunes reanudará sus sesiones a finales de enero, y el Gobierno de Trudeau podría enfrentarse a un voto de no confianza poco después. Si Trudeau no logra obtener los votos necesarios para continuar, Canadá podría verse inmersa en una campaña electoral en las primeras semanas de la presidencia de Trump. La alternativa sería que el primer ministro renuncie y permita que los liberales elijan un nuevo líder.