
Durante más de tres siglos, un retrato de una joven con la cabeza cubierta por una cofia blanca y una expresión serena fue considerado la imagen de Lady Jane Grey, quien reinó apenas nueve días en el trono de Inglaterra. Sin embargo, a comienzos del siglo XXI, los expertos en arte comenzaron a cuestionar esta identificación. Actualmente, gracias a una investigación liderada por English Heritage, la antigua atribución ha sido reexaminada y nuevos indicios apuntan a una conclusión sorprendente: podría tratarse de un retrato único realizado en vida de la llamada “Reina de los Nueve Días”. Esta joven no llegó al poder por elección propia, sino en un tumultuoso contexto político y religioso del siglo XVI, impulsada por figuras poderosas como el Duque de Northumberland, quien casó a su hijo con ella y la presentó como sucesora legítima tras la muerte de Eduardo VI, hijo de Enrique VIII. Lady Jane Grey era protestante, lo que la convirtió en la opción preferida frente a su prima católica, María Tudor. Aun así, gran parte del pueblo y del establecimiento respaldaron a María, quien accedió al trono el 19 de julio de 1553. En este sentido, Lady Jane fue acusada de alta traición, encarcelada y ejecutada el 12 de febrero de 1554, a la edad de solo 16 años.
Un retrato en la sombra
La cuestión sobre la autenticidad del retrato, que ahora se expone en Wrest Park en Bedfordshire, se remonta a su adquisición por Anthony XI, conde de Kent, en 1701. Durante generaciones, esta representación fue considerada oficial. Sin embargo, las dudas sobre su autenticidad llevaron a que se descartara tal identificación por parte de especialistas en historia en las últimas décadas. En el marco del regreso a Wrest Park, Heritage, en colaboración con el Courtauld Institute of Art, emprendió un análisis técnico detallado para examinar el origen y las transformaciones de la pintura.
Ian Tyers, un dendrocronólogo, participó en el estudio que incluyó métodos clave como la dendrocronología, la fluorescencia de rayos X (XRF) y la reflectografía infrarroja. Los anillos del árbol revelaron que el panel de madera, compuesto por dos tablas de roble báltico, probablemente fue utilizado entre 1539 y 1571, un rango que coincide con el corto periodo de vida de Lady Jane. Además, en el reverso se encontró una marca de un mercader, lo que sugiere una posible conexión o proximidad temporal a la ejecución de la joven. Un dato intrigante que surgió fue la observación de una pintura oculta: bajo la superficie actual, los investigadores detectaron modificaciones significativas en el vestuario, la orientación de la mirada de la figura e incluso el tocado.
Transformaciones en el retrato
El escáner reveló que el personaje original vestía de forma elaborada y tenía un diseño diferente, posiblemente coronado con una capucha decorativa, símbolo de estatus elevado. También se observó que el velo había sido eliminado. No obstante, los cambios más llamativos se concentran en el rostro: los ojos, que actualmente están dirigidos a la izquierda, originalmente miraban a la derecha, fuera del cuadro. Los ojos, la boca y las orejas fueron deliberadamente rayados, un vandalismo simbólico frecuente en los siglos XVI y XVII, vinculado a ataques religiosos y políticos. Según la National Portrait Gallery de Londres, la presentación de retratos similares refuerza el paralelismo con la figura de Lady Jane Grey.
La transformación simbólica y política de la mártir religiosa centró no solo la identificación de la retratada, sino también la comprensión de cómo y qué fue alterado. Las modificaciones detectadas a través de otros métodos revelan que estas intervenciones fueron deliberadas y van más allá de lo estético. Estas alteraciones podrían haber tenido un objetivo político: convertir a la corte regio en acorde con la construcción protestante. El atuendo original incluía mangas ornamentadas y bordados finos, mientras que el retrato actual muestra un vestuario más sencillo, cubierto con una bufanda, en consonancia con los valores puritanos que consolidaron ciertos sectores en torno a Jane.
El brazo derecho, que originalmente tenía bandas de tela que correspondían a un adorno complejo, hoy está invisibilizado por el nuevo vestuario. Estas elecciones no parecen accidentales: la simplificación del atuendo proyecta humildad y devoción, reforzando el relato de una víctima inocente en medio de luchas dinásticas. El tocado también fue manipulado. Originalmente, llevaba una prenda asociada a la nobleza que colgaba detrás de su cabeza, la cual fue suprimida y sobrepintada. Esta intervención altera el significado completo del retrato. Mientras que el conjunto inicial sugería alcurnia, se busca encuadrarla dentro del canon de virtud cristiana y recogimiento.
Los rostros son aún significativos. El hecho de que hayan sido objeto de una acción violenta posterior a su realización es un indicativo de la iconoclasia en tiempos de agitación religiosa: borrar o desfigurar rostros se utilizaba para negar la autoridad y la identidad espiritual de los representados. Además, las marcas póstumas similares sugieren la hipótesis de un ataque motivado por la identificación con ciertas corrientes religiosas. De ser así, el cuadro representaría un modo de reescribir la historia para servir a sus propios fines. Posteriormente, habría reconfigurado el retrato como una herramienta visual de propaganda religiosa, ajustando su simbolismo al clima ideológico post-Tudor.