
Un viaje caótico detrás de cámaras que refleja la crisis de un país en crisis.
Argentina se destaca por su rica y variada trayectoria en el ámbito cinematográfico, siendo reconocida por la calidad de su industria. Un dato que ilustra esta realidad es que el país ha ganado dos premios Óscar a la mejor película internacional, un logro que lo convierte en el único de Latinoamérica en alcanzar tal distinción. Además, sus paisajes han sido elegidos como escenarios para diversas producciones de Hollywood. Algunas de estas películas han tenido un notable éxito, como “Evita” (1996), protagonizada por Madonna y filmada en la Casa Rosada, “Siete años en el Tíbet” (1997) con Brad Pitt en la montaña de Mendoza, y “Focus” (2015) con Will Smith y Margot Robbie en Caminito. Sin embargo, no todas las producciones han tenido un destino favorable. Un caso emblemático es el de “Highlander II: The Quickening” (1991), secuela de la exitosa película de ciencia ficción de los años 80, que contaba con la participación de Christopher Lambert y Sean Connery.
A pesar de que “Highlander II” era una producción de origen francés-británico, gran parte de su filmación se llevó a cabo en locaciones reconocibles de Buenos Aires y San Juan, lo que le otorgó un aspecto futurista que quedó grabado en la memoria colectiva del país. Sin embargo, este filme no es recordado por sus logros artísticos o comerciales, sino más bien por su controversia y su mala recepción crítica.
La primera entrega de “Highlander” (1986) no fue un éxito en taquilla, recaudando solo 12,8 millones de dólares de un presupuesto de 19 millones. A pesar de esto, su elenco estelar y su posterior fama de culto en el mercado de VHS llevaron a la producción de una secuela. Sin embargo, “Highlander II” resultó ser un fracaso aún mayor. En esta película, el personaje de Katana, interpretado por Michael Ironside, es el dictador del planeta Zeist, del cual proviene el inmortal Connor McLeod, interpretado por Christopher Lambert. La trama se desarrolla en un futuro ficticio, en el año 2024, donde McLeod, ya envejecido, revisita su origen extraterrestre, lo que provoca la ira del dictador que busca eliminarlo. Para enfrentarse a esta amenaza, el protagonista recurre a un extraño conjuro que lo rejuvenece y hace regresar a su amigo Ramírez, interpretado por Sean Connery.
La decisión de filmar en Argentina fue impulsada por la necesidad de reducir costos en un filme de ciencia ficción que tenía un presupuesto proyectado de 30 millones de dólares, superior al de la primera parte. La elección de locaciones en Buenos Aires y San Juan fue realizada durante un encuentro en el Mercado Internacional de Filmes de Milán entre los productores William N. Panzer y Peter Davis y el argentino Alejandro Sessa. Sin embargo, en mayo de 1990, Argentina atravesaba una de las peores hiperinflaciones de su historia, lo que complicó aún más la producción.
La producción enfrentó serios problemas financieros, lo que llevó a recortes en el presupuesto y a que los inversores asumieran el control creativo, una decisión que suele tener consecuencias negativas en el cine. Sean Connery, quien fue uno de los actores principales, tuvo una experiencia relativamente positiva en el país, recibiendo protección de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), reuniéndose con el presidente Carlos Menem, y disfrutando de diversas actividades turísticas, como visitar el glaciar Perito Moreno y jugar al golf con el famoso golfista Robert De Vicenzo.
Sin embargo, el resto del equipo de producción enfrentó múltiples dificultades. Durante el rodaje de las escenas de acción, Christopher Lambert sufrió un accidente que le costó la falange de uno de sus dedos, lo que obligó a detener la producción durante tres semanas por problemas financieros. Además, un técnico local falleció tras caer desde una gran altura, lo que generó un ambiente tenso en el set. La Asociación Argentina de Actores también intervino, exigiendo que se cumplieran los aportes patronales y de salud para los trabajadores extranjeros involucrados en la película.
Un episodio curioso ocurrió en Puerto Madero, donde los miembros de la producción pagaron 100 dólares a los dueños de los autos para que los movieran y así poder grabar sin inconvenientes. Sin embargo, al día siguiente, la cuadra amaneció llena de vehículos en doble fila, lo que complicó aún más el rodaje. El director Russell Mulcahy, frustrado por la situación, se ausentó en varias ocasiones, siendo reemplazado por su asistente. A pesar de la vida nocturna activa de los actores, en el set se debían hacer recortes constantes, ya que cada segundo de filmación representaba un costo adicional.
En cuanto a la película en sí, se pueden observar locaciones icónicas de Buenos Aires, como la estación Medalla Milagrosa de la línea E del subte y el mercado del Abasto, que aparece antes de su transformación en un centro comercial. También se destaca el Valle de la Luna (Ischigualasto), que fue utilizado como el planeta extraterrestre Zeist. Para los aficionados a la música, el baterista de la banda de rock Riff, Michel Peyronel, hizo un breve cameo en la película.
“Highlander II” se estrenó en 1991 y logró recuperar menos de la mitad de su presupuesto, siendo considerada una de las peores películas de la historia, un título que comparte con otros filmes como “Super Mario Bros.” (1993), “Batalla final: Tierra” (2000), “Gatúbela” (2004) y “Cats” (2019). El crítico estadounidense Roger Ebert describió la película como “lo más hilarantemente incomprensible que vi en mucho tiempo, casi asombroso en lo mala”.
Para aquellos interesados en profundizar en la problemática producción de “Highlander II”, se recomienda el documental “Highlander II: Seduced by Argentina” (2004) y el libro “Babilonia Gaucha” de Diego Curubeto. También existe un corte del director titulado “Highlander II: Renegade Vision” (1995) que complementa la experiencia de culto de esta película. En 2025, se espera el lanzamiento de un reboot protagonizado por Henry Cavill.