
La congelación funcional es una respuesta defensiva ante el estrés. Conoce sus síntomas, relación con el trauma y técnicas para superarla.
La congelación funcional, también conocida como bloqueo, es una respuesta defensiva que el organismo activa ante situaciones de estrés o peligro. Aunque el término ha ganado popularidad recientemente, especialmente en plataformas como TikTok, los estudios indican que esta reacción forma parte de los mecanismos de supervivencia del ser humano. Se trata de un estado en el que, a pesar de que una persona puede parecer estar funcionando normalmente en su vida cotidiana, se encuentra atrapada en una fase de inmovilidad emocional y mental, lo que le impide avanzar o actuar de manera eficiente en ciertas áreas de su vida. Esta congelación se diferencia de otras reacciones al estrés, como la lucha o la huida, ya que aquí la persona permanece estática, tanto física como mentalmente, sin poder procesar el peligro ni escapar de él.
Según los especialistas, esta respuesta puede manifestarse cuando una persona ha agotado toda su energía tratando de “funcionar” de manera normal, lo que desencadena una parálisis o congelación. Los síntomas de esta condición se dividen en tres grandes categorías: físicos, cognitivos y emocionales. Aunque estos síntomas pueden variar de una persona a otra, suelen incluir manifestaciones similares a las descritas por usuarios y especialistas en salud mental, como hipervigilancia y entumecimiento emocional. Estas señales son comunes, pero no son iguales para todos, lo que muestra la complejidad de identificar este estado.
La congelación funcional está estrechamente vinculada a traumas extremos del pasado, ya que el cerebro percibe adecuadamente la amenaza y activa una defensa automática. Aunque este fenómeno se asocia comúnmente con momentos de angustia y crisis, no siempre es evidente. Las personas pueden parecer estar funcionando normalmente en sus actividades diarias, como el trabajo y las relaciones familiares, mientras que, al mismo tiempo, se sienten distantes y desconectadas de sus propias emociones y pensamientos. Este fenómeno está relacionado con trastornos como el trastorno de estrés postraumático (TEPT), donde quienes han vivido experiencias traumáticas pueden desarrollar bloqueos funcionales. Sin embargo, no todas las personas que enfrentan situaciones estresantes experimentan este tipo de respuesta.
En términos clínicos, el fenómeno ha ganado popularidad en las redes sociales, donde se comparte información sobre él. En el ámbito clínico, se refiere a esta respuesta como inmovilizante. Según Deborah Serani, psicóloga y profesora en la Universidad Adelphi, este fenómeno psicológico ha sido reconocido desde hace tiempo bajo diferentes nombres y descripciones en la literatura médica. La inmovilidad, clínicamente hablando, ocurre cuando una persona enfrenta una amenaza tan abrumadora que su sistema nervioso queda bloqueado, deteniendo completamente cualquier movimiento físico. Esta parálisis puede durar desde unos pocos minutos hasta varios días o semanas, dependiendo de la gravedad de la situación.
Existen diversas estrategias para superar la congelación funcional. Entre ellas, se recomiendan técnicas de conexión a tierra que buscan reconectar a la persona con su entorno. Estas técnicas son sencillas de describir e incluyen actividades como observar los objetos que la rodean, escuchar los sonidos del entorno y utilizar juguetes antiestrés reconfortantes. Además, actividades como caminar, practicar yoga o realizar ejercicios intensos pueden ayudar a romper este estado de inmovilidad. Otra clave es identificar y evitar desencadenantes específicos de la respuesta. En muchos casos, buscar la ayuda de un especialista en salud mental es necesario para manejar los efectos de manera eficaz.
Desde un punto de vista neurobiológico, se ha demostrado que la amígdala y el tronco cerebral están involucrados en estas respuestas tanto en humanos como en animales. Estas estructuras controlan el comportamiento defensivo ante el estrés. Durante la respuesta parasimpática, el ritmo cardíaco se ralentiza y el cuerpo se prepara para una posible acción. Sin embargo, esta preparación no se traduce en una acción inmediata, sino que se mantiene en un estado de alerta ante posibles respuestas extremas. En situaciones de menor apaciguamiento, la persona puede intentar agradar, someterse o evitar conflictos, lo que refleja respuestas automáticas de afrontamiento ante situaciones amenazantes o traumáticas.