
La obra de Craig Brown ofrece una perspectiva innovadora sobre la vida de la Reina Isabel II, centrándose en las reacciones y experiencias de quienes la conocieron.
Durante las últimas semanas, al ser cuestionado por amigos y familiares sobre mis lecturas, respondía: “Un nuevo libro sobre la reina”. Nadie se atrevía a preguntar si me refería a Camila o a Victoria, alguna de las esposas de los Tudor que no tuvieron suerte. Todos asumían correctamente que hablaba de la reina Isabel, quien falleció hace dos años y que, antes de su muerte, fue la única soberana británica que la mayoría del mundo había conocido. Un amigo perspicaz comentó: “¿Otro libro sobre Isabel? ¿Qué más queda por decir?” Esta observación es válida, ya que “A Voyage Around the Queen” (Viaje alrededor de la Reina) de Craig Brown se suma a más de 50 biografías sobre Isabel II. Sin embargo, este libro propone un enfoque diferente: busca capturar tanto a la persona como al personaje.
Craig Brown muestra cómo la reina respondió a lo largo de su larga vida y cómo los eventos de su vida se entrelazan de manera impredecible. En un festival literario en 2019, Brown declaró que la biografía convencional impone una coherencia artificial a la historia, ignorando la aleatoriedad de los eventos y la imprevisibilidad de los seres humanos. Su propio trabajo, que incluye “Ma’am Darling: 99 Glimpses of Princess Margaret” y “One, Two, Three, Four: The Beatles in Time”, es deliberadamente caleidoscópico, compuesto por una multitud de fragmentos de información, impresiones, documentos relevantes y algunas interpretaciones expertas.
En este nuevo libro, Brown da un lugar destacado a los encuentros “a menudo extraños e inesperados” con la monarca, que ha descubierto a través de una serie de memorias y biografías. Se menciona que conocer a la reina podía ser una experiencia inquietante. Por ejemplo, un evento social en el que un estudiante universitario fue presentado a Isabel II, quien al enterarse de que él estudiaba teatro, pronunció: “muy interesante”. El estudiante, en un momento de nerviosismo, balbuceó sobre la teoría de la alienación de Bertolt Brecht mientras la reina comenzaba a alejarse, lo que le dejó mortificado durante semanas.
El dramaturgo Harold Pinter, conocido por sus obras llenas de pausas significativas, no pudo soportar el silencio incómodo durante una conversación en una comida organizada por la reina. En un intento de romper el hielo, soltó: “¿Sabía usted, señora, que las verduras fueron introducidas muy tarde en Inglaterra? Enrique VIII nunca comió verduras”. La reina, siempre diplomática, respondió: “Oh, ¿sí?”.
En otro momento, al enterarse de que el autor Kingsley Amis sería honrado como Comandante de la Orden del Imperio Británico, el poeta Philip Larkin aconsejó: “Empieza a pensar en… qué decirle a Su Majestad, pero asegúrate de que sea inaudible bajo los acordes de Gilbert y el murmullo general del concilio. Suerte, porque si no, te vas camino a la Torre”.
En una discoteca del Castillo de Windsor, durante la celebración del vigésimo primer cumpleaños del Príncipe Andrew en 1981, Elton John recordó que la majestad ordenó que el DJ bajara el volumen, ya que el sonido de los zapatos de los invitados moviéndose por el suelo era más audible que la música. Cuando sonó “Hound Dog” de Elvis Presley, la princesa Ana le pidió a Elton que bailara. Él, incómodamente cambiando de pie, se unió a ella, aún llevando su bolso. Mientras bailaban, con la música apenas audible, recordó: “Aquí estoy, tratando desesperadamente de actuar normal, y mi mente parecía haberse vuelto completamente loca”.
Para Cherie Blair, esposa del ex primer ministro Tony Blair, entrar en la órbita de la reina tuvo consecuencias de gran alcance. Durante una visita a Balmoral, el castillo en Escocia, descubrió que una criada había desempacado toda su ropa, revelando “el contenido entero de una bolsa de aseo con cosas claramente innombrables”. Advertida por esta experiencia, empacó cuidadosamente para su visita al año siguiente, dejando atrás su “equipo” anticonceptivo. El clima se volvió frío esa noche y, entre otras cosas, relató que Leo Blair, su bebé inesperado a una edad avanzada, nació nueve meses después.
El libro también dedica muchas páginas a los corgis de la reina, describiendo su comportamiento ruidoso y su dieta, así como su genealogía. Además, se encuentran largas secciones donde la gente describe los sueños que han tenido sobre la reina. A pesar de esto, el libro sigue siendo absorbente, edificante y frecuentemente hilarante. Una sección memorable se centra en la pronunciación y en cómo los imitadores intentan capturarla correctamente. Se observa que su forma de hablar evolucionó con el tiempo. Mientras era joven, rimaba “had” con “bed” y “home” con “tame”, pero en su vejez, su acento se asemejaba más al de personas “más jóvenes y/o de jerarquía inferior”, dejando de lado la pronunciación de “orf” y “off”.
Ningún lector confundirá a la reina con una figura monárquica ardiente. Es irónico que, al saludar de manera inequívoca, llenó un papel que reconoce el espacio central que la monarquía ocupa en la psique nacional británica. En los días inmediatamente posteriores a su muerte, la fila para pasar junto a su ataúd se extendía por 8 kilómetros (5 millas). Un funcionario del Real Colegio de Psiquiatras predijo que la población sentiría “conmoción, ansiedad y miedo ante los cambios” y que experimentaría profundos sentimientos de pérdida y tristeza. Liam Gallagher, cantante de Oasis, expresó su dolor en Twitter, afirmando: “Destrozado”. La figura de la reina Isabel II siempre será recordada en Inglaterra.