
Los jabalíes son mamíferos que tienen su origen en Europa y Asia, pero su introducción en otras regiones del mundo se debe a la acción humana. Actualmente, esta especie se encuentra en la lista de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas a nivel global, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. En la provincia de Entre Ríos, los productores agropecuarios han expresado su descontento debido al fuerte impacto que la actividad de los jabalíes genera en sus tierras. Sin embargo, esta no es la única jurisdicción en Argentina que enfrenta las consecuencias de la invasión de jabalíes. Un grupo de investigadores ha advertido sobre los efectos negativos que esta especie genera en al menos 16 de las 24 jurisdicciones del país. Este análisis fue publicado en la revista Ecología Austral, donde se propuso la implementación de una estrategia nacional para controlar la especie.
Los científicos han detallado tres principales consecuencias de la expansión de los jabalíes en el país: el impacto en la biodiversidad, la competencia con especies nativas como el venado de las pampas y el pudú, y las pérdidas económicas que se estiman entre 900 y 1400 millones de dólares al año. Además, se ha señalado que los jabalíes actúan como reservorios de patógenos que pueden afectar la salud pública. Este trabajo fue realizado por investigadores del Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural (IRNAD) del CONICET, así como de las universidades Mar del Plata, Maimónides y Luján.
Los investigadores han considerado que “en Argentina, la situación actual del jabalí es extremadamente compleja, ya que las poblaciones habrían aumentado durante las últimas décadas y muchas continúan expandiéndose territorialmente”. Por lo tanto, el manejo y control de esta especie “amerita un lugar prioritario en la agenda de los organismos vinculados a temas de conservación de la biodiversidad, producción y sanidad animal pública”.
La introducción de los jabalíes en Argentina comenzó en 1906, cuando los primeros ejemplares fueron llevados a un coto de caza en San Huberto (actualmente conocido como Reserva Provincial Parque Luro) en la Pampa. Entre 1917 y 1922, algunos jabalíes fueron trasladados a la estancia Collun-Có en Neuquén. Escapes accidentales facilitaron la dispersión de los animales hacia parques nacionales como Lanín y Nahuel Huapi. Durante las décadas siguientes, se introdujeron jabalíes en distintas zonas del país, reforzando las primeras poblaciones en el Litoral y el centro-sur. Entre 1914 y 1930, se realizaron otras introducciones desde cotos de caza, lo que permitió que la especie se estableciera en provincias como La Pampa, Córdoba, Santa Fe, Chubut y Río Negro. Estos eventos iniciales, tanto naturales como mediadas por humanos, han permitido una gran expansión geográfica del jabalí, según los investigadores.
La alta capacidad reproductiva de los jabalíes es un factor que ha favorecido su expansión. La maduración sexual ocurre entre los 5 y 12 meses de vida, y la gestación dura aproximadamente 120 días. “Cada camada suele tener hasta 10 crías”, explicaron los investigadores. Esta capacidad reproductiva, junto con la tolerancia a diferentes condiciones climáticas, ha permitido que los jabalíes se extiendan exitosamente por el territorio. El doctor Sebastián Ballari, uno de los coautores del estudio, comentó que “desde 1953, los jabalíes han sido considerados plaga, dañina para las actividades agrícola-ganaderas”. Desde entonces, durante la segunda mitad del siglo XX, los cerdos silvestres fueron declarados como especie problemática en varias provincias. Según esta categorización, los propietarios de tierras tienen la responsabilidad de prevenir la propagación y, en la medida de lo posible, erradicar a los jabalíes dentro de sus predios.
En 2021, los jabalíes fueron incluidos en la categoría de “Especies Exóticas Invasoras” a nivel nacional, clasificándose como “especie exótica invasora de uso controlado”. A partir de esto, surgieron propuestas para avanzar en un plan marco interinstitucional. Sin embargo, los investigadores, como Ricardo Gürtler, Marina Winter y Noelia Barrios-García, señalaron que aún queda mucho por hacer. La doctora Fernanda Cuevas, investigadora en Mendoza, comentó que “la amplia distribución de los jabalíes hace que sea imposible detener su avance”. Pronosticó que “seguirán expandiéndose mientras las características del ambiente lo permitan, es decir, si encuentran comida y agua”. Los campos cultivados representan “una fuente de alimento muy disponible para los jabalíes”. A medida que la agricultura se expande, también lo hará la población de jabalíes, lo que probablemente resultará en un daño notable.
En Mendoza, se ha observado un aumento poblacional de jabalíes en sitios cercanos a las ciudades, lo que ha generado “serios problemas en los cultivos de papa”, según se informó. El control de la población de jabalíes se ha intentado desde 1966, cuando se creó el parque Palmar, que se encuentra recostado sobre el Río Uruguay. Este ecosistema valioso está amenazado principalmente por los ciervos axis, que han producido graves alteraciones y daños. Para desacelerar el avance de los jabalíes, se ha implementado un control supervisado a nivel nacional. Como se informó en agosto pasado, un equipo del CONICET, junto con la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de Buenos Aires y la Administración de Parques Nacionales, así como colegas de universidades de Estados Unidos, evaluaron los resultados de un programa que ha funcionado, logrando beneficios adicionales para la comunidad. Esta iniciativa consiste en reclutar cazadores deportivos que donan horas y aportan habilidades y recursos para realizar una tarea estructurada y supervisada. Parte del producto obtenido de la caza de ciervos axis se destina al consumo propio de los cazadores, mientras que otra parte se dona a escuelas y comedores comunitarios de la región.