
El sistema linfático es una parte fundamental del andamiaje inmunitario del cuerpo humano, cuya función principal es proteger al organismo de gérmenes y enfermedades que puedan representar una amenaza. Cuando las células del sistema linfático se enferman y comienzan a reproducirse sin control, se desarrolla un linfoma, que se define como un tipo de cáncer de la sangre. Esta enfermedad puede afectar no solo a los ganglios linfáticos, sino también a otros órganos del cuerpo. En Argentina, se estima que cerca de 9 mil personas son diagnosticadas anualmente con enfermedades oncohematológicas que afectan al sistema linfático, incluyendo ganglios linfáticos que se encuentran en el cuello, axilas, ingle, así como el bazo, timo, amígdalas y médula ósea.
Clasificación de los linfomas
Los linfomas se dividen en dos grandes categorías: Hodgkin y no Hodgkin. Dentro de los linfomas no Hodgkin, existen diversos subtipos, siendo el linfoma difuso de células B grandes el más común, representando aproximadamente el 35% de los casos diagnosticados. La incidencia de esta patología tiende a aumentar con la edad, y el pronóstico puede mejorar significativamente si se detecta a tiempo. Por lo tanto, es crucial reconocer los signos tempranos de la enfermedad para facilitar su tratamiento.
Signos y síntomas del linfoma
Entre los síntomas más frecuentes que pueden indicar la presencia de un linfoma se encuentran la fiebre persistente, sudoraciones nocturnas, fatiga, pérdida involuntaria de peso y picazón generalizada. Además, es común que los pacientes experimenten hinchazón indolora en las axilas o la ingle, así como dolor en el pecho o abdomen. La doctora Marta Zerga, médica hematóloga y directora del área del Instituto Oncológico Ángel Roffo de la UBA, y miembro de la subcomisión de la Sociedad Argentina de Hematología (SAH), explica que “entre los síntomas que podrían indicar la presencia de un linfoma destacan el crecimiento -generalmente indoloro- de uno o varios ganglios, fiebre persistente por encima de 38°, sudores nocturnos, cansancio, tos y falta de aire”.
Diagnóstico y tratamiento del linfoma
El diagnóstico temprano de un linfoma implica la realización de estudios específicos que permiten identificar las características moleculares de la enfermedad. Estos análisis son fundamentales para personalizar las estrategias terapéuticas, maximizando la efectividad del tratamiento y reduciendo los efectos adversos. Tradicionalmente, el tratamiento de los linfomas ha incluido quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia y, en algunos casos, trasplantes de células madre. Sin embargo, la evolución de la investigación ha ampliado las opciones de tratamiento, transformando el panorama de la enfermedad.
Innovaciones en el tratamiento del linfoma
Recientemente, se han introducido innovaciones como los anticuerpos biespecíficos, que actúan simultáneamente sobre diferentes mecanismos, mejorando la supervivencia de los pacientes que han respondido a tratamientos previos. Anna Sureda, una destacada referente en oncohematología y jefa del departamento de hematología del programa de trasplante hematopoyético en el Hospital Duran i Reynals, describe esta novedad como un cambio de paradigma. “Hasta hace poco tiempo -agregó la especialista- conseguíamos curar un porcentaje despreciable de casos con tratamiento de primera línea, pero aquellos cuya enfermedad progresaba pasaban a esquemas basados en inmunoquimioterapia y quimioterapia a altas dosis, eventualmente con rescate posterior con trasplantes autólogos. Hoy contamos con terapias específicas y fármacos que han mejorado de manera significativa la respuesta a largo plazo de aquellos que recaían en líneas de tratamiento, inclusive en líneas posteriores”.
Perspectivas futuras y la importancia de la concientización
Los avances en el tratamiento del linfoma permiten que las terapias dirigidas se integren en etapas más tempranas de la enfermedad. Según la doctora Sureda, “en un futuro cercano podríamos combinar estas terapias, logrando tratamientos altamente efectivos”. La llegada de estas innovaciones ha sido recibida con entusiasmo tanto por especialistas como por pacientes. Haydée González, paciente y presidenta de la Asociación Civil Linfomas (A.C.L.A.), destaca la importancia de la educación y la concientización sobre la enfermedad. “Aunque es una gran noticia tener acceso a nuevas terapias, muchos pacientes todavía llegan en estadios avanzados. Es vital promover iniciativas que informen a la población sobre la detección precoz”, asegura.
El progreso en el tratamiento del linfoma refleja el compromiso de la comunidad científica por mejorar la calidad de vida de los pacientes. La posibilidad de integrar tratamientos avanzados en fases iniciales podría revolucionar el enfoque terapéutico, aumentando las tasas de remisión y reduciendo la dependencia de tratamientos tradicionales. A medida que se recopila evidencia sobre la eficacia de estas nuevas terapias, se espera que se amplíe su disponibilidad y se optimice su aplicación. Las actuales y futuras innovaciones ofrecen un horizonte esperanzador para el tratamiento del linfoma, consolidando lo que hace pocos años parecía inalcanzable. En paralelo a los avances terapéuticos, es crucial fomentar campañas de información que puedan ayudar a los sospechosos a buscar atención a tiempo, lo que incrementa las posibilidades de un tratamiento exitoso. La colaboración entre médicos y organizaciones como A.C.L.A. es esencial para garantizar que todos los pacientes tengan acceso a las mejores opciones de tratamiento disponibles. Asimismo, es fundamental invertir en el fortalecimiento de los recursos destinados a la lucha contra el linfoma, que está experimentando una revolución gracias a los tratamientos dirigidos y personalizados.